Capítulo 11 (Ron y Richie)

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—¿Dónde está papá? Tampoco he visto a Larry, ¿salieron? —preguntó Richie a Ron. Ella se encontraba sentada en un pequeño taburete que Larry, con sus propias manos, había fabricado.

Ron se limpió el resto de lágrimas que tenía en sus ojos. Montimer, su padre, acababa de salir y le dijo que no mencionara nada a su hermano de lo que había sucedido... nada.

Ella volvió su mirada a su hermano menor, estaba en la entrada del cuarto, tomando con una de sus manos el borde de la pared. Lo quería demasiado como para abrumarlo con cosas tan dolorosas.

—Es-están afuera... creo que no vendrán por algunas horas —contestó Ron con dificultad.

—¿Estabas llorando, Ron? Porque parecía que estabas llorando. ¿Te duele algo, hermanita?

Richie se fue acercando más a su hermana que estaba sentada, incapaz de poderse mover de allí, pensó que si lo hacía sus piernas fallarían por el temblor que estaba padeciendo y se iría de bruces hacia el piso, preocuparía mucho a su hermanito.

—No es nada, Richie... no te preocupes.

—¿Estás segura? Le puedo preguntar a Larry...

—¡No! ¡No! ¡No es necesario! —exclamó Ron. Se asustó un poco y su corazón se agitó por solo escuchar el nombre de su padre en la voz dulce de su hermano.

Richie se acercó a su hermana, quería consolarla, la conocía demasiado como para ignorar las lágrimas que ella se limpió con el reverso de sus manos. Ron, que lo veía con un hálito de pesadumbre, quiso levantarse del taburete, pero se quedó quieta cuando Richie abrió sus brazos para darle un abrazo.

—Ya pasará —dijo Richie con una meliflua voz enternecedora—. Ya pasará.

Para él esas palabras eran mágicas, palabras que tenían un profundo significado porque Montimer siempre se las decía, ya pasará, cariño, ya pasará, y entonces pasaba, el dolor pasaba como si se lo llevara el viento, como si su padre fuera el amo y señor de esa sensación y con solo su deseo la exterminara. Quería hacer lo mismo con su hermana pero vio que más bien empeoró las cosas porque Ron le abrazó con fuerza, lo apretujó aferrándose a él como si fuera a escapar para nunca más volver. «Ya pasará», y no pasaba porque Ron, la hermosa ratoncita, su hermana, colocó su cara sobre el hombro de su hermano. «Ronie, ya pasará», pero no pasaba todavía, iba de mal en peor, su hermana ahora sollozaba sobre sus hombros mientras él la abrazaba.

Richie estaba a punto de ceder a las lágrimas, cuando su hermana lo soltó. Entonces supo que las palabras mágicas funcionaron, su hermana ahora estaba sonriendo, sonriendo y feliz, es cierto que tenía los ojos húmedos y respiraba de forma entrecortada, pero le sonreía y él le correspondió esa sonrisa.

—Estoy bien —dijo Ron—, estoy bien. Como tú dices, pasará pronto. —Eso quería creer, eso se obligaba a creer, pero no estaba segura. Larry, su papá no estaba con ella, Montimer tampoco estaba para consolarla, pero su hermanito Richie estaba allí, frente a ella.

—¡Bip! ¡Bip! ¡Richie! —Ronie le tocó la nariz trémula y húmeda a su hermano con su dedo índice.

—¡Ping! ¡Ping! ¡Ronie! —Richie sonrió y abrazó más a su hermana.

—¿A qué quieres jugar? —preguntó Ronie, se limpió las lágrimas con sus nudillos.

Richie se alejó un poco ya aliviado y vio al techo.

—Mmmm... ¡Quiero jugar a que vuelo! —exclamó alegremente Richie señalando hacia arriba con sus pequeñas manos.

Ronie lo vio.

Tu rastro de sangre en la nieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora