Capítulo 13

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Montimer tenía en sus brazos a un Lucas adolorido, fatigado por las heridas que sabía fueron ocasionadas por un búho. Lo protegió por un reflejo de su propio cuerpo, de su propia mente. Él mismo sufrió algunos golpes y quizás padecería de algún tipo de dolor en su espalda y brazos por algunos días, todo soportable.

Vio a Lucas pegado en su pecho. Todavía tenía sangre en algunas partes de su pelaje. Aunque lo había visto, su mente ya un poco menos brumosa pudo notar el color de Lucas, era blanco. Nunca en su vida había visto a un murciélago de ese color, era un color níveo a como pudo notar, fácilmente corruptible por cualquier otro color de la inmensidad de colores que antes vio. Notó que su respiración era agitada. Estaba un poco asustado, quizás por la caída, quizás por el hecho de saber que cuando estaba cayendo estaba próximo a padecer algún tipo de dolor y quizás Lucas también lo padecería y entonces Larry se enojaría conmigo, pero estoy seguro que me lo va a perdonar mientras este siga respirando. Esta respirando, eso me alivia, me alivia mucho.

Montimer dirigió su mirada a la entrada ya que escuchó la voz de Larry decir algo y pudo ver una escena que lo conmovió: Larry tenía en sus manos a sus dos hijos que eran también los de él. Lloraban de alegría, lloraban de felicidad, lloraban por la impresión de ver tal vez una vaga ilusión de su mente proyectada por la tenue esperanza que Ron y Richie albergaban en algún lugar recóndito de su mentalidad pubescente. Pero no era una vaga ilusión, no era eso. Era la realidad. Larry los estaba abrazando, los acariciaba, restregaba su rostro húmedo de lágrimas a los rostros húmedos de lágrimas de sus hijos.

No pudo evitar llorar.

Richie y Ronie abrazaban a Larry como si nunca lo fueran a soltar, no querían dejarlo ir de nuevo.

—Mis hijos —exclamaba a lo bajo Larry en un llanto sosegado—, los extrañé tanto... los extrañé tanto... —Y los apretaba mas fuerte.

Entonces no podía continuar ya que apretón en su pecho no lo dejaba hablar. Era un sentimiento inocuo. Nunca antes experimentado. Era algo parecido al alivio y a la exasperación pocas veces unidas en un solo momento, en una sola ocasión.

Montimer vio a Lucas. Todavía lo tenía en sus brazos.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó entrecortando las palabras. De fondo se escuchaban los llantos indemnes de los niños y de Larry.

Lucas abrió los ojos.

—Supongo que sí. Aunque creo que me rompí el brazo.

—¡¿Qué?! —exclamó Montimer.

Lucas rio con un poco de sorna. Montimer lo fulminó con una mirada, pero luego suspiró.

—Era broma. Estoy bien... ya puedes soltarme si quieres. —Volvió su mirada a la escena—. Ve. Abrázalos también. No querrás quedarte fuera de eso. Se miran muy lindos, ¿no lo crees? Se mirarán más lindos si vas y los abrazas y lloras con ellos. Vamos. No te acongojes. Sabes que no puedes resistirte. Es tu familia. No te avergüences solo porque estoy aquí... yo puedo esperar por un momento.

Montimer soltó con suavidad a Lucas.

Fue a paso endeble hacia donde estaban Larry y los niños, cada vez llorando más, no de tristeza como antes, si no de felicidad. Felicidad. Iba abriendo los brazos conforme avanzaba y cuando los otros tres miembros de su familia se percataron de su presencia, le abrieron un espacio y Montimer los abrazó a todos. Los amaba. Los amaba. Los amaba. Nunca dejaría de repetírselo. «Los amo».

Lucas veía esa escena. Estaba conmovido, no sabía que pudiera conmoverse, en realidad no sabía muchas cosas de sí mismo, pero en esa ocasión se dio cuenta que sí se podía conmover, que sí podía sentir alegría de nuevo, pudo constatarlo por la extraña sensación de ver a esa familia unida mediante un solo sentimiento: amor. Evocó su pasado, el tiempo compartido con Jordan, su padre. Recordó su sonrisa. Recordó su agrio sentido de humor y recordó los consejos que este le daba. Lucas hizo un esfuerzo para levantarse, no pudo. Se quedó sentado, recostado sobre la pared. Suspiró.

Tu rastro de sangre en la nieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora