El asunto no hablado

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Capítulo 4

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El asunto no hablado

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Miss Fortune se divertía con el rostro preocupado de la otra chica.

—¿En serio? Es una pena... con lo mucho que me gustan los sobornos— comentó con un fingido tono de lastima, manteniendo su sonrisa.

Sona dejó de mover su mano e inspeccionó el rostro de la capitana, mostrándole una pequeña sonrisa también, al tiempo que bajaba su mirada y asentía con obediencia.

—¿Y?... ¿Sobre qué es? — insistió de forma juguetona, pero rápidamente su comunicador comenzó a sonar.

—Capitán, tenemos problemas con el portón de la zona de carga.

—Les dije que no resistiría— comentó Ziggs mientras saltaba de su asiento y caminaba a paso veloz hasta desaparecer de la sala.

Miss Fortune lo consideró por unos segundos y luego vio a Sona, dándole una disculpa en su rostro.

—Parece que mi soborno tendrá que esperar un momento... pero ¡Hey! — anuncio mientras se alejaba de la chica— aun lo quiero ¿De acuerdo?

...

Llego a su habitación con las ropas manchadas de aceite y llena de mugre. Inclusive gruñó un poco al tratar de pasarse sus dedos por el cabello.

Se deshizo de sus prendas rápidamente mientras entraba a la sala de baño, abriendo la ducha.

Ahora trataba de relajarse mientras el agua recorría su espalda. Todo parecía ir de mal a peor. Tanto su ingeniero como el de la otra tripulación lograron resolver, con mucha dificultad, que el tren inferior no se desprendiese y tuvieran que hacer una maniobra de emergencia que los dejara sin toda la zona de carga.

Su nave pedía a gritos reparaciones de emergencia y ella, sencillamente, no podía dárselas hasta que salieran del sistema en el que estaban.

Pasaron horas hasta que pudieron poner las cosas bajo control, y aun ahora sabía que todo podría venirse abajo.

Nadie estaba tranquilo por más que una docena de hombres estuvieran vigilando la zona mas dañada de la nave.

Salió de la ducha solo con una toalla atada a la cintura, mojando con sus pies húmedos por donde pisaba.

La pantalla al lado de su puerta le anunció que alguien llamaba.

—Agh— se volvió a quejar, frustrada por no poder encontrar un momento de paz, pero su expresión cambio por completo al ver quien era del otro lado.

Puso su palma en el panel y la puerta se abrió, dejando paso a Sona.

La templario al ver como la otra chica solo cubría su pecho con su cabello y una toalla que le colgaba del cuello, bajo su mirada de inmediato, clavándola al suelo.

—Pasa— contestó con tranquilidad la pelirroja, dándole la espalda y adentrándose en su habitación— recién terminaba de ducharme.

Aunque tuvo el permiso, la otra chica no hizo por moverse del lugar, solo miró disimuladamente para comprobar que Miss Fortune seguía siquiera con la toalla. La encontró sentándose en su cama.

—¿Eso es para mí? — insistió la pirata, viendo como la otra chica estaba titubeando en retirarse o quedarse— acércate.

Aun con duda Sona dio algunos pasos, hasta que la puerta de la recamara se cerró.

Traía con ella una especie de flor de un amarillo brillante en una maceta de un material que Miss Fortune no pudo descifrar.

—Es bonita...— comentó con amabilidad, pero mantuvo su mirada en Sona para que la chica dudara si hablaba de la flor o sobre ella.

Decisiones, decisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora