¿Quién es el malo? >Pyramid Head< ~Silent Hill~.

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Te encontrabas sentada con las rodillas pegadas a tu pecho, tu ropa sucia se adhería a tu cuerpo y la sangre que había manchado tu rostro ahora estaba seca. Gruesas lágrimas ácidas bajaban por tus mejillas a un paso desesperado, recorriendo la línea de tu mandíbula y aterrizando en tus manos, que se encontraban sobre tus rodillas, apoyando sobre ellas tu cabeza cansada.

Tus ojos, alguna vez de un hermoso _________ (C/O) lleno de vida, estaban fijos en la oscuridad delante de ti, muertos y fríos como los de un cadáver.

De pronto, el techo que te cubría cedió frente a ti, pedazos destrozados de él cayendo frente a tu cuerpo agotado. Luego que el polvo cedió y la luz terminó de inundar el lugar (o iluminando lo poco que podía, en Silent Hill la luz era muy débil), una figura se hizo presente ante tu vista borrosa. Pronto esa figura se convirtió en varias, y el silencio que te envolvía se vio asesinado por gritos llenos de furia.

-¡Allí está! ¡El demonio hecho mujer! –las voces rugían. Te tomó un segundo darte cuenta de la horrible verdad.

Te habían encontrado.

Los lunáticos religiosos que intentaban quemarte viva habían dado con tu escondite.

Tus piernas pronto encontraron la fuerza que habían perdido hacía meros segundos y tu corazón volvió a latir. Corriste por los pasillos del edificio abandonado, que parecía un departamento de oficinas, las lágrimas obstruyendo tu visión una vez más.

“Creí que todo esto ya había acabado, creí que los había perdido… no quiero morir”.

De pronto, el piso bajo tus pies cedió y tu cuerpo comenzó a caer, golpeando fuerte contra unas escaleras y rodando hacia el fondo de ellas. Tus pulmones habían sido vaciados por completo, así que ningún sonido de dolor abandonó tus labios, pero vaya que sentías cada golpe, cada pequeño pedazo de madera o cristal clavándose en tu piel.

Por un momento no escuchaste nada y, nerviosa, te preguntaste si seguías con vida. Las suaves sombras frente a tus ojos te lo confirmaron.

Alzaste tu vista, apoyando tu maltratado cuerpo sobre tus antebrazos y viendo con temor cómo se acercaban las figuras de las personas de la Iglesia. Tus piernas dejaron de responder. De hecho, desde la caída que no las sentías. Las lágrimas no dejaron de correr, pesados y dolorosos jadeos dejaban tus labios mientras intentabas arrastrarte hacia otro lugar, buscando esconderte.

Pero era muy tarde.

En cuestión de segundos, los seis integrantes que te habían encontrado estaban parados frente a tu agonizante figura. Cinco te contemplaban con ojos llenos de furia ciega, mientras que el sexto se acercaba a ti, una oz de campo en su mano que se alzaba mientras su mirada te quemaba como fuego.

“Esto es todo”.

-¡Que el Dios Todopoderoso se apiade de tu alma!

“No pude salvarme”.

Ambos brazos del hombre frente a ti estaban en el aire, reuniendo fuerza para dar un golpe certero a tu cuerpo.

“Yo no quiero morir”.

Cerraste tus ojos y colocaste tu frente en el suelo empolvado, apretando tus manos en puños hasta que un color pálido se apoderó de tus nudillos, tus párpados fuertemente cerrados frente a tus orbes vidriosos. Esperaste recibir el golpe.

Pero tu corazón latió más fuerte cuando, en lugar de sentir un dolor penetrante, escuchaste sonoros gritos de terror y dolor, mezclados por pesados golpes de algo que sonaba como metal, seguidos por el sonido de alguien que se ahoga con su propia sangre.

Alzaste la mirada una vez más, sólo para ver los cuerpos desmembrados de tus cazadores, un hombre alto con una enorme arma estaba parado sobre ellos. Tus ojos observaron al extraño, quien parecía tener una especie de pirámide metálica en su cabeza, además de no estar usando ropa, sino sólo una tela manchada de sangre.

"No te dejaré morir".

Él pareció mirarte y caminó hacia ti, extendiendo su mano libre hacia tu figura que yacía adolorida en el suelo, aturdida por todos los eventos que tan rápidamente habían sucedido. Con cuidado, colocó su mano rasposa y llena de sangre en tu mejilla, limpiando las lágrimas que la ensuciaban y dándote un sentimiento de seguridad que no habías tenido desde que llegaste a Silent Hill. Tus labios se curvaron hacia arriba, en una especie de sonrisa cansada y abatida. Luego, aquel extraño levantó tu maltrecha figura del suelo, tus extremidades doliendo al ser movidas de repente, pero tus ojos bien abiertos, fijos en aquella máscara extraña.

En tu destrozada mente, algo gritaba que debías tenerle miedo, pero él acababa de salvar tu vida. Tal vez, todo este tiempo, tuviste por malos a los monstruos equivocados.

Unter Tausend Welten.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora