BEBÉ ELOWEN LLORÓ todas las noches siguientes y luego toda la semana que pasó.
Regulus seguía sin explicárselo, ya que ninguna de las medicinas que Evans y Gilbert le proporcionaban era efectivas en ella. Las rechazaba instantáneamente y seguía llorando como si su vida dependiese de eso. Entonces, Circe y él habían decidido dejarlo por la paz y dejar que Elowen llorara todo lo que quisiera.
Además de que Circe se estaba quedando sin paciencia.
—¡Me duele mi cabeza! —decía Circe, dando vueltas de un lado a otro—. ¡No me quiere, Regulus! Solo contigo se queda quieta y callada.
—No es que no te quiera —había respondido Regulus, con Elowen en sus brazos callada y tranquila—. Sino que soy su favorito, ¿me explico? Oh bueno, quizá sí, no te quiere...
—¡Regulus!
Eso había sido hace tres semanas. Desde entonces, no había ido a casa de Circe, pero si sabía que los llantos de Elowen cada vez eran más fuertes, se levantaba a media noche llorando y pasaba haciendo lo mismo todo el día.
Era un tema que lo dejaría para después, ya que Kreacher había llegado a la sucia mansión de los Rosier a decirles todo, nuevamente.
—Hay criaturas extrañas —dijo el elfo, temblando con solo recordar lo que bebió esa noche—. Uno de ustedes tiene que tomar una poción para cambiar el relicario del amo Regulus. Kreacher podría hacerlo si el amo Regulus...
—No otra vez, Kreacher —interrumpió Regulus.
—Sí, que lo haga —Mulciber codeó a sus amigos divertidamente. Cosa que a Regulus le molestó.
—Yo podría hacerlo —dijo Evan, alzando sus cejas—: Si no estuviera muerto, claro.
Avery dijo:
—No estamos para tus bromas, Evan. Gracias.
—Lo de la poción lo veremos allá —Regulus tomó la palabra, sacando de su bolsillo un relicario idéntico al que habían visto la primera vez que Kreacher les llevó y el que Stella había visto en sueños.
—Bien —Avery suspiró—. Al menos mañana estaremos durmiendo con más tranquilidad que en los últimos meses.
Kreacher gruñó, exasperado.
Mulciber y Regulus se rieron, tomándose de la mano del elfo y las suyas para luego aparecerse.
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