CAPÍTULO 1

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MARTÍN

Camino cauteloso entre los pasillos de la prisión ignorando los gritos de los demás prisioneros que solo buscan intimidarme a base de palabras que no son más que una mínima descripción de la miseria en la que viven, en la que vivo, en la que vivimos.

Toda mi vida es una miseria desde el día en que la chica a la que le he dedicado mi vida entera huyó sin dejar rastro alguno. Llevándose consigo mi felicidad y la mitad de mi cordura. Todavía recuerdo sus ojos llenos de lágrimas de impotencia al enterarse lo que nosotros mis hermanos y yo habíamos hecho. Se fué y a su paso se llevó el amor y la confianza que mi padre me tenía, convirtiéndolo en un hombre duro y frío. Y se llevó la vida de tres de mis hermanos.

Justamente hoy se cumplen tres años desde que les arrebato la vida a Andrick, Jhoan y Leonard dejándonos solo a Lety, Dimitri y a mi a nuestras expensas.

Todos los días sentía rencor hacia ella, hacía lo que hizo y todo lo que me quito, pero al finalizar el segundo año aquí me di cuenta que fue lo mejor que pudo haberme pasado. Me liberó de las presiones, la vida tan cansada de llevaba, me arrebató la pereza y me hizo alguien mejor que ahora lo único que piensa es en encontrarla. Me dió la independencia que tanto quería y aunque esté preso me siento más libre que nunca. Aunque sea una metáfora, claro, estoy a unos minutos de ser libre de esta maldita prisión también.

Un guardia se atraviesa en el pasillo y antes de que me vea me escondo detrás de uno de los pilares que están frente a las habitaciones. Se descuida y sale en otra dirección cuando un grito ahogado suena. La señal que Dimitri me impuso «bien hecho hermano». Corro hacia el piso inferior y de forma cautelosa serpenteo hasta llegar al patio trasero donde nos dejaban salir una vez a la semana. 

Lanzo una piedra que cae justo donde está la cámara haciendo que falle. 

Me queda poco tiempo.

Atravieso el patio hasta llegar a donde está la pared que ya hemos preparado para nuestro escape. Unos segundos más tarde se escuchan las alarmas de emergencia de la prisión. «maldita sea, Lety» se supone que ella era la encargada de hackear el sistema.

Agradezco que estemos todos juntos, no me habría perdonado tenerla en otra prisión. Claro que con el dinero que quedaba en mis cuentas antes de ser transferido a las anónimas para que no se perdiera cuando las congelaron, tuve que pagar para que al menos estuvieramos todos aquí. Sería más conveniente.

Miro hacia a la pared y por un segundo mi cerebro deja de funcionar haciendo que olvide cuáles eran los putos ladrillos que debía mover. Una luz se enciende y me enfoca. El desespero y la adrenalina se cuelan en mi sistema causando que con más rapidez empiece a mover todo. Mi corazón se escucha en mis oídos para el momento en el que empujo los dos ladrillos, lanzo mi bolso por el agujero. Meto la mitad de mi cuerpo y salgo completamente. Pongo los ladrillos tal como estaban. A pesar de que pesan mucho, dure todo el tiempo los últimos tres años ejercitando mi cuerpo, eso y pensando en la manera de encontrar a Anari.

Ya puesto todo en su lugar corro. Corro como si mi libertad dependiera de ello. Corro porque debo alejarme lo más posible de la que fue mi prisión. Corro porque estoy feliz de poder tocar la libertad y corro porque de repente el sonido de unos ladridos me empieza a aturdir. 

Llego hasta el punto de encuentro que está en el bosque apartado de la prisión. Me detengo a descansar, tomo de mi bolso una botella con agua y luego de unos cuatro minutos con treinta y ocho segundos emprendo mi camino hacia la carretera donde mi amigo y compañero se celda Caín me espera con nuestro vehículo de escape. El se escapó el año pasado, y desde entonces tuvimos contacto para planear mi huida y la de mis hermanos. Ellos ya deben estar con el.

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