CAPÍTULO 5

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ARIAN

—¿Estás segura de lo que quieres, Let?

—Si Martín, debes creerme.

—Es que no puedo hacerlo, simplemente no puedo.

—¿Que tiene de malo llamar a un muchacho de italia para decirle que eres un sicario que va a matarlo si no termina con su mujer.

—¡Es que no tiene lógica! ¡¿Por qué demonios quieres que yo haga eso?! Dile a Dimitri.

—Ese amargado no quiere — bufa — y con respecto a tu pregunta, quiero que lo hagas porque la chica vive en el piso de arriba y es insoportable por lo que si logras que ellos terminen, ella se irá y tendré oportunidad con el hombre.

—Estas loca.

—Todos tenemos un poco de locura en nuestro interior, cariño. ¿Harás los que te dije o no?

—¡No!

—¡Martín! Por favor.

—¡No voy a hacerte ningún favor cuando ni siquiera me has ayudado a encontrar a Anari!

—¡Es injusto! He buscado en todas las listas de Europa y no encontré nada. Es como si la hubiesen borrado de la faz de la tierra. ¿Sabes? Creo que deberías hacerte a la idea de qué tal vez ella esté...

—No lo digas — cierro los ojos con fuerza. No puedo pensar en eso.

—Muerta.

—No lo está.

—¿Cómo lo sabes? Esa chica tenía problemas mar. La vida es injusta y no sabemos que tiene preparado el destino. A lo mejor y le cayó un rayo por perra mentirosa.

—¡Cállate! !Maldita sea, Lety! Ella no está muerta. Vuelve a decir una cosa como esas y te juro que yo mismo voy a Italia y te mato.

—Ya quisieras, no podrías vivir sin mi, hermano.

—No puedo vivir sin Anari Scholl, no te creas importante envidiosa de mierda. Crees que por qué no has conseguido a nadie que pueda dar la vida por ti como la doy yo por ella puedes arruinarme pero no lo harás. Si dices que te importo sigue buscando, no me voy a rendir hasta encontrarla o a su maldita tumba así que muévete.

La escucho jadear y sollozar al otro lado de la línea y me siento un poco mal por cómo le hablé.

—Buenas noches Martín. 

Cortó la llamada antes de que pudiera contestarle y yo solo siento arder mi ojos ante la idea de que esté muerta.

Miro a través de las ventanas de mi auto y me doy cuenta de que estoy solo. Deben ser aproximadamente las once de la noche y tomando en cuenta que es lunes no debe ser normal que la gente esté en la calle a estas horas.

Golpeo el volante con todas mis fuerzas y siento mis mejillas arder al igual que mis nudillos. 

Ella no está muerta.

Ella no está muerta.

Ella no está jodidamente muerta.

Repito esas palabras una y otra vez en voz alta para calmarme. Pasan los minutos y mi respiración antes agitada se normaliza al igual que mis latidos. Salgo del auto y la brisa fría de Argentina me golpea el rostro con suavidad. Veo a mis alrededores por segunda vez y solo deseo encontrar un bar para ahogarme en alcohol. Enciendo mi celular, activo la búsqueda y luego de colocar la dirección en el GPS me dirijo al bar más cercano.

OBSESIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora