XIII. Cofre de pensamientos.

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Habían pasado los días y Even parecía irse tranquilizando. Cuando volvió a la escuela tuvo uno o dos ataques de ansiedad en la primera semana, entrada la segunda semana se mantuvo en uno o ninguno. Los chicos se sentían aliviados, pero eso no dejaba que bajaran la guardia, siempre estaban atentos a las necesidades que el peliplata tuviera. Y Even no podía estar más agradecido con ellos. A pesar de ese sentimiento enorme de gratitud, que no hacía más que crecer dentro del pecho de Even, no podía ignorar los otros sentimientos abrumadores que crecían y se expandían dentro de él. Temía que uno de esos días esa negatividad clavando sus garras sobre él terminara aplastándolo, asfixiándolo, destrozándolo, o cualquier otro término mortífero que supiera decir en japonés. Quería de todo corazón que la cálida sensación que los chicos le transmitían invadiera su cuerpo, quería sentirse bien, sin embargo… no podía.

Sabía que estaba en él superar a esa bestia con garras y entrar a ese campo cálido lleno de gracia, pero solo parecía alejarse. La oscuridad lo rodeaba en sus sueños y extinguía la luz que tanto anhelaba en ese momento. No sabía cómo parar ese bucle, donde no podía dormir y cuando lo lograba era enterrado en una densa oscuridad, cuando veía como el único punto de luz existente se volvía pequeño, más pequeño, tan diminuto que desaparecía, entonces despertaba. Recibido por la luz artificial de las lámparas públicas que lograban vislumbrar más de un haz de luz, se colaba por su ventana y alumbraba tenuemente una de sus paredes, ayudándolo a respirar con normalidad. Agradecía todas esas veces que esa fuera su única pesadilla, o bien, la única que recordaba al despertar. A veces rezaba a un dios desconocido, del que sus padres nunca estuvieron interesados en enseñarle, buscando algo en que creer que pudiera otorgarle una esperanza, por más mínima que fuera. Buscaba esperanzas y propósitos, porque la decisión de vivir era más difícil que cualquier otra.

Los días se antojaban desgraciados, como si succionaran su esencia de vida. Tal vez no era fácil notarlo, pero los ánimos habían abandonado a Even. La fuerza de la que lo halagaron más de una vez no hacía acto de presencia, ni física ni mentalmente. Era una desgracia.

Igarashi notaba cómo Even observaba las barras de la azotea cuando lo llevaban a comer al patio. Cuando miraba por la ventana, su vista se fijaba en las varillas protectoras, ¿qué era tan llamativo en eso?

Tal vez estaba siendo paranoico y Even solo observaba el paisaje.

─Even está pensando en suicidarse. ─fue lo que dijo cuando reunió a sus amigos, quienes lo miraron horrorizados.

─¿Acaso te lo dijo? ─inquirió Mutsumi, más calmado que los otros.

─No ─Igarashi negó─, pero estoy muy seguro de que lo piensa.

─¡¿Cómo puedes decir eso?! ¡Even no sería capaz de algo así! ─cuestionó Hayato, escéptico a que su primo pudiera pensar atrocidades así.

No podía imaginar a Even pensando en quitarse la vida.

Estaban sobre la azotea, un área prohibida de la escuela. Se sobresaltaron cuando escucharon la puerta abrirse de golpe, giraron a ver hacia ella y se sorprendieron de ver a Even allí, quien les devolvió una mirada extrañada. No dijeron nada, Even tampoco, solo lo observaron, Even caminó bajo la mirada de ellos hasta quedarse de pie a unos metros del filo de la azotea. Un fuerte viento azotó la puerta metálica que estaba abierta, también hizo volar el barbijo de Even y despeinó a los presentes.

─Lo siento. ─se disculpó de repente el peliplata.

Igarashi corrió hasta Even y lo tomó de los brazos. Escuchar esa disculpa en ese momento le puso los vellos de punta, se imaginó la peor escena y pensó en lo que podría ocurrir en tan solo segundos.
Los demás se pusieron de pie luego de ver la rápida reacción de Igarashi, pensando en lo que este mismo les había dicho hace unos minutos.

« ¿Por qué Even estaba allí? »

─¿Por qué te disculpas? ─le preguntó Igarashi, soltándolo.

─Porque necesito hacerlo ─respondió en un hilo de voz ─. Han intentando ayudarme con tanto empeño, queriendo hacerme sentir mejor, pero solo estoy desperdiciando su esfuerzo. Quiero sentirme bien y no puedo, me siento cada vez peor. Mi mente está tan cansada, yo estoy tan cansado… no quiero seguir. Pero no puedo tomar una decisión, no sé si soy valiente por pensar que lograré superarlo o un cobarde por no acabar… con lo que me agobia.

« Igarashi tenía razón. »

─Vine aquí solo para pedirles disculpas, perdón si los preocupé.

─Oh no, no te disculpes más. El que estaba más preocupado es el que tienes a un lado. ─Se mofó Nana, apuntando hacia Igarashi.

─Ya veo. Gracias por preocuparte, Igarashi-kun.

─N-no me agradezcas por algo así, es algo que hacen los amigos.

Después de ese día las mañanas y las tardes fueron tranquilas. Relativamente.

Tanto Nanashima como Igarashi y Serinuma sentían escalofríos cuando los ojos de Even parecían desorbitados y este caminaba por ahí sin rumbo. Kae estuvo a punto de llorar vencida por la angustia la vez que siguieron a Even por medio recinto escolar y cuando lo alcanzaron él les dijo que no sabía cómo había llegado ahí.
El peliplata sufría una especie de letargo tan severo y tan continuo que a la hora del descanso y el almuerzo se decidió por no salir del aula, él también tenía miedo de sí mismo. Se notaba nervioso cuando se descubría en algún lugar y no recordaba porqué se encontraba ahí o para qué había caminado tanto.

Según dijo el psicólogo de Even, se debía a que su cerebro estaba tratando de bloquear los recuerdos de aquel día y, además, estaba entrando en un cuadro depresivo, el cual le provocaba los letargos.

Esa sensación de tu cuerpo flotando y siendo llevado por el viento y no por ti, tu mente estaba en blanco y para cuando te dabas cuenta ya habías caminado muchos metros hasta un lugar o no haber hecho nada en mucho tiempo. Lo sabías pero a la vez no te percatabas de ello en el momento.

Ese no era el Even de siempre.

──¿Qué podríamos hacer para ayudarlo? ──las preocupaciones de Kae solo crecían, tanto como los malos sentimientos de Even.

──No lo sé. Apenas sabemos lo que tiene ──dijo Hayato──. Él ya va con un psicólogo y en algún momento tiene que funcionar algo de lo que le dice, ¿no? Debería.

──Es un proceso lento ──les dijo Mutsumi, Igarashi susurró: "ciertamente", mientras los otros asentían──. Solo hagámosle saber que tiene nuestro apoyo, cariño y paciencia. No queremos que se recupera más rápido de lo que le dicte el alma, mucho menos que se sienta presionado. Esperemos, es lo mejor que podemos hacer como sus amigos.

Ciertamente.




[PAUSA] ¡¿El primo de Shinomiya-kun?! - Watashi Ga Motete DousundaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora