Ellos creían ser semidioses como cualquier otro, sin embargo, poco a poco descubren que algo no encajaba. Estaban condenados a una vida llena de peligros.
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Elle y Myles, luego de perder a su padre, son adoptados por una hiperactiv...
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Los campistas que habían salido a rescatar a artemisa, volvieron sanos y salvos, mas las cazadoras que los acompañaron no corrieron con la misma suerte. Tal y como había soñado Myles, Bianca y Zöe habían muerto. El simple pensamiento de esto le provocaba al rubio un nudo en la garganta y malestar estomacal, de la culpa que lo carcomía desde su interior. No era la primera vez que, por su culpa, morían personas. El sabía que tendría que haber dicho algo, cómo pudo ser tan idiota de no hacer algo tan simple, todos esos pensamientos retumbaban en su cabeza.
Sin embargo, fue un sueño que el rubio tuvo, lo que suavizó ligeramente la culpabilidad. Pudo observar cómo un hombre le revelaba su futuro a una niña, salvándola de la muerte, no obstante, aquel acto fue duramente castigado por los dioses. Aquello significaba que, si Myles hubiera actuado, habría sufrido un destino incluso peor que la muerte.
Aún así, pensar que, incluso sin saber las consecuencias que podía traer, no había salvado la vida de ambas chicas, no lo dejaba dormir.
Y bueno, quizá también el hecho de que su hermana había desaparecido por unos cinco días junto a Nico Di Angelo, sin dejar ningún rastro.
Fue alrededor de las nueve de la mañana, mientras entrenaba su puntería, que Myles recibió un mensaje iris que le pedía que depositara un dracma para aceptar la llamada. Los mensajes iris eran una especie de videollamada utilizada por semidioses, dado que a estos se les dificulta usar la tecnología, ya que atraen monstruos. Lo extraño es que, normalmente, es el remitente quien tiene que pagar un dracma para hacer la llamada, no el destinatario.
Myles bajó su arco y, del bolsillo de sus jeans, sacó el dracma que pedía. Lo tiró a la nube de vapor y arcoíris, aceptando la llamada. El vapor se despejó y dejó ver el rostro de su hermana. Myles no pudo evitar suspirar del alivio.
—Estoy en China. —fue lo primero que dijo Giselle.
Myles esperaba un «Hola, querido hermano, lamento haber desaparecido por cuatro días y preocuparte hasta la muerte». Sin embargo, esa información lo dejó tan descolocado que su cerebro olvidó todos los insultos que tenía planeados.
—¿Eh? —fue lo único que su boca pudo formular.
—No preguntes, ni yo tengo idea —explicó la castaña, mirando a su alrededor, chequeando que nadie anduviera cerca —. Necesito que me envíes dinero, algún arma y me digas qué hacer con alguien que lleva desmayado seis días.
—¿Eh?
—¿Me estás prestando atención siquiera? —le recriminó su hermana —Con lo que me costó hacer un mensaje iris sin pagar dracmas que no tengo...
—Eh... sí, claro —murmuró el rubio —¿Quién habías dicho que se ha desmayado?
—No dije quién se ha desmayado —rodó los ojos su melliza —. Nico y yo aparecimos aquí en China accidentalmente y no ha despertado desde entonces.
—¿Segura de que no está muerto?
—¡Claro que no está muerto, idiota! —gruñó la chica —Me daría cuenta si hubiera arrastrado un cadáver por todo Pekín.
—¿Has probado dándole ambrosía...?
—No me digas, Sherlock —respondió, totalmente de mal humor —¿Cómo no se me había ocurrido antes? ¡No tengo!
—¿Para qué me llamas si me tratarás de esta manera? —el rubio se cruzó de brazos.
—Myles... —intentó relajarse la castaña, suspirando pesadamente, mas no lo logró porque gritó a continuación:— ¡Estoy en China!
—Sí ya entendí —bufó el rubio —¿Cómo mierda dijiste que habías llegado hasta ahí?
—No dije cómo llegamos, ¡porque no lo sé! —su hermana se llevó ambas manos a la cabeza, en total estrés —Creo que fue Nico, con algún poder raro.
—¿No se habrá desmayado del cansancio?— sugirió Myles.
—Eso es exactamente lo que creo —la castaña ojeó algo a su costado, probablemente a un Nico desmayado —¿Qué diablos hago para despertarlo?
El mensaje Iris parpadeó, indicando que quedaba poco tiempo de llamada.
—Intenta suministrarle pequeñas dosis de ambrosía todos los días. Ahora mismo te envío todo. —dijo lo más rápido que pudo, justo antes de que el mensaje Iris pidiera otro dracma para continuar la llamada. Lamentablemente, Myles no tenía otra moneda de oro.
A Myles no le resultó extraño que su hermana le preguntara a él consejos de medicina, dado a que siempre le alardeaba su conocimiento sobre maniobras RCP, el cómo actuar ante convulsiones, contusiones y demás. Aúnque no le hubiera dado información muy útil, el hecho de que la chica acudiera a él por ayuda lo llenaba de orgullo. El rubio, al apenas terminar la llamada Iris, corrió a la cabaña once en busca de lo pedido por su hermana.
Mientras tanto, durante esos seis días en las calles de Pekín, Giselle estuvo batallando para mantenerse tanto a ella misma, como a Nico con vida. Hasta el momento, había tenido suerte rehuyendo de monstruos, Elle supuso que la cantidad de personas rondando el lugar debía confundir a estos y, por ende, se les dificultaba hallarlos. Estuvo robando comida y bebida como una experta, Travis y Connor hubieran estado orgullosos. Giselle descubrió, en un callejón entre la cuarta y tercer calle de Kingfuyicun, cerca de la calle principal Xindong, un pequeño tejado en el que pudo descansar junto con Nico esos seis días. Unos cuantos minutos después, Una caja de cartón con la etiqueta Hermes Express apareció frente a ella. La chica se acercó y se agachó a abrir la caja. Dentro, habían un par de dagas de bronce celestial, algunos dólares (que tendría que cambiar a yuanes), ambrosía, frutillas, uvas y un par de botellas de agua. Giselle debía admitir, que estaba plenamente agradecida con el rubio y, lo primero que tomó de la caja, fueron las frutillas. Se comió cinco frutillas atolondradamente, pero frenó y ojeó a Nico.
El chico estaba más pálido de lo normal, con un aspecto demacrado, casi esquelético. Giselle se lo había encontrado días atrás en el bosque del campamento, llorando y, mientras Elle tenía su mano apoyada en el hombro del chico, de la nada se vio rodeada de sobras, sintiendo que se movía tan rápido que le pelaría la piel. Lo siguiente que sucedió, fue el desmayo repentino de Nico, cuyo pesó cayó muerto en la chica, quien tuvo que trasladarse por Pekín con él desmayado e intentando sobrevivir. En aquel mismo momento, el chico estaba acostado sobre su hombro y debajo del tejado. Giselle dejó sus frutillas y, en su lugar, tomó la ambrosía. Se desplazó hacia Nico. Lo sentó contra el muro, intentando que estuviera lo más derecho posible. Le bajó la cabeza, apoyando su barbilla en su pecho, para evitar que se ahogue y no se obstruya el paso del aire a sus pulmones. Tomó una pequeña porción de ambrosía, abrió la boca del chico y empujó la comida en su boca. Un poco asqueroso, pero necesario, así estuvo alimentándolo todos aquellos días.
Giselle se sentó al lado de Nico y recargó su espalda en el mismo muro, decidiéndose por llevarlo a un hospital al día siguiente, algo que había estado evitando, dado a que facilitaría su encuentro con monstruos, pero no le quedaba de otra. A las nueve y media de la noche, la chica, sin poder combatir el sueño por más tiempo, decidió usar el hombro de Nico como almohada.