Ellos creían ser semidioses como cualquier otro, sin embargo, poco a poco descubren que algo no encajaba. Estaban condenados a una vida llena de peligros.
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Elle y Myles, luego de perder a su padre, son adoptados por una hiperactiv...
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Lo primero que Nico notó al recuperar la consciencia, fue el aniquilador dolor de cuello. Con un quejido, llevó su mano izquierda entumecida a su nuca, masajeando ligeramente la zona y estirando su cuello. Mientras hacía esto, notó a alguien recostado en su hombro derecho. Su primer instinto fue alejarse, mas no lo hizo al ver quién era.
Elle tenía la sien apoyada en la parte acolchonada de su campera de aviador. Su boca abierta, babeaba levemente mientras su respiración era profunda.
Nico ojeó sus alrededores. Estaban en un callejón, debajo de un pequeño tejado. A pocos metros suyos, habían un par de contenedores de basura, una fogata apagada pequeña y un par de puertas que daban a los edificios a los costados del callejón. Las calles que eran conectadas por el estrecho callejón, estaban bastante pobladas, aunque aparentara ser temprano, aproximadamente las siete de la mañana.
A su izquierda, había una caja de cartón abierta, con comida, agua y un par de dagas.
Los recuerdos de lo sucedido la última vez que estuvo consciente lo azotaron sin piedad. Percy no había cumplido con su promesa, se suponía que protegería a su hermana y, ahora estaba muerta. Nico intentó todo lo que pudo para deshacerse del nudo en su garganta y el escozor de ojos, sin embargo, sus intentos fallaron estrepitosamente. El labio inferior le comenzó a temblar y no pudo aguantar más.
El movimiento convulsivo provocado por el llanto, despertó a Elle de su sueño. La castaña, abrió los ojos soñolienta, sin su cerebro procesar lo que estaba ocurriendo. Ver a Nico despierto le provocó una tranquilidad inexplicable, pero notar que estaba llorando le trajo angustia en seguida. Apenas comenzó a enderezarse, los sollozos de Nico frenaron de golpe y, este giró su cabeza al lado contrario al que Giselle estaba, no queriendo que lo vea en aquel estado por la vergüenza.
—Ey... —la chica susurró con su voz algo ronca, posando su mano sobre la de Nico —Está bien, déjalo salir.
Ante aquellas palabras, el chico volteó lentamente hacia ella, dudando de sus propias acciones. Sus mejillas y nariz estaban teñidas levemente de un tono rojizo, sus ojos continuaban dejando caer lágrimas e inhalaba ruidosamente por su nariz. A Giselle le recordó mucho a si misma y a las noches que pasaba encerrada en el baño llorando. Entre las razones, se encontraba la muerte de su padre.
La chica elevó sus manos hasta las mejillas de Nico, limpiando las lágrimas y sosteniendo su rostro, mientras el chico cerraba los ojos con fuerza. Luego de unos segundos, Nico abrió los ojos lentamente, distrayéndose en los de ella. Iris gris, como la plata, un color distante y frío que Nico no podía dejar de admirar. Las cejas de la chica estaban fruncidas levemente, como siempre, aunque esta vez denotando preocupación. Por otro lado, Giselle prosiguió a hacer exactamente lo mismo. Los ojos del chico, marrones oscuros, que de alguna extraña manera, resultaban acogedores y cálidos pese al tenue brillo de locura. Su esclerótica con tonos rojizos y levemente irritada, por culpa de las lágrimas, su ceño fruncido y sus labios con un mohín en una expresión triste.