8. Sin retorno

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El tiempo había pasado demasiado rápido

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El tiempo había pasado demasiado rápido. La casa sin mis padres me había dado un respiro del estrés que tenía debido a los últimos enfrentamientos; ya solo faltaban tres días para que volvieran, iba a disfrutar al máximo el tiempo de paz que me quedaba.

Era viernes, un día antes de la fiesta de Luciana y el último día de inscripciones para los preuniversitarios de la UBV, y sí, esto último me estaba arruinando la existencia. La indecisión me comía por dentro, no sabía qué hacer. En cambio, mis amigos tenían las cosas claras: debía inscribirme y asistir a las clases a escondidas de mis padres.

Hubiera querido que fuese así de simple, sin embargo, implicaba mucho más: no quería decepcionarlos, no quería que me odiasen de por vida o que me dejaran sin casa. Yo los conocía, si se enteraban, mi vida se convertiría en un infierno. Sin mencionar que peligraba mi admisión a la Facultad de Economía, y eso sí sería imperdonable para ellos.

Nicolas me saludó apenas llegó a la clase, como ya se había hecho costumbre en los últimos días, aunque lo cierto es que no intercambiamos muchas palabras durante el transcurso de la mañana. Después de nuestra tregua, había estado comportándose distante conmigo y ni siquiera había aceptado mi solicitud de seguimiento en Instagram. Él estaba comenzando a formar un grupo de amigos con personas que no eran tan cercanas a mí y digamos que cada uno iba por su lado la mayoría del tiempo.

Sin embargo, eso no discriminaba las miradas que nos lanzábamos cada tanto; el enigma y la tensión seguían en el aire. Hubo un par de veces que quise acercarme para hablar con él, pero la cobardía me ganaba al recordar todo lo que mi hermana había dicho sobre su familia y los negocios que tenía con la mía. En ese momento quería pasar lo más desapercibida posible para mis padres, y estar cerca de Nicolas me llevaba en la dirección contraria.

Cuando tocó la campana de salida, recuerdo que sentí un nudo en la boca del estómago, notaba las manos congeladas y los latidos del corazón en la garganta. Quedaban tan solo unas horas para que no hubiera vuelta atrás y mi vida tomase un rumbo definitivo. Tenía que decidir, y tenía que hacerlo rápido, porque el viaje de Valle Hermoso a Buena Vista duraba más de una hora y las inscripciones cerraban a las seis de la tarde.

—¿Estás bien? —me preguntó Daniel, posando su mano sobre mi hombro. Me miraba con auténtica preocupación reflejada en el rostro.

—No sé qué hacer, Dani, tenía hasta hoy para decidirme, pero no pude. Es que, es tan... frustrante —me quejé con desesperación—. Si me voy a inscribir a ese maldito preuniversitario, tiene que ser ya, y ahora mismo estoy flotando en la nada —dije, sintiendo que me faltaba el aire.

—Ok, a ver, tranquila, respiiira un poco... —Intentó apaciguarme usando una voz dulce y reconfortante—. Qué tal si vas directa a la universidad; puedes comer algo, dar un paseo por las dos facultades, empaparte un poco del ambiente y tomar una decisión. Al final, si decides no inscribirte solo tienes que volver a casa y ya. Creo que lo importante es que estés ahí para poder actuar rápido si te decides en el último momento, para evitar ataques innecesarios... ya sabes.

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