61. El hacker

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Cuando entré por la puerta del salón, me quedé en blanco por unos segundos, no estaba segura de como reaccionar. Por supuesto que se dieron cuenta y Diana, fue la primera en sonreír, cosa que me sorprendió aún más. Daniel se puso de pie y se acercó hasta donde yo estaba.

—Chicos, ¿qué hacen aquí? —fue lo único que me salió decir.

—Venimos para hablar, para... arreglar las cosas —respondió Diana.

La emoción me inundó el cuerpo, era un milagro inesperado. Después de todo lo que había ocurrido, por fin algo bueno, estaba a punto de largarme a llorar.

—Diana, Daniel, no saben la falta que me hacen. He estado viviendo un infierno y los necesitaba, de verdad los necesitaba.

Me lancé a abrazarlos. Los tres juntamos nuestras cabezas en medio, y nos quedamos así por un momento. Los recuerdos vinieron a mí, cuando mi vida era más fácil, cuando solo éramos nosotros contra el mundo.

En cuanto nos separamos, vi que Di traía lágrimas en los ojos.

—Lo siento Art, lo siento muchísimo. Estaba enojada y cometí un montón de estupideces y cuando me di cuenta de que lo había arruinado todo, no tuve el coraje de admitirlo.

En eso, Daniel se metió en la conversación.

—Art, yo también la cagué, con las dos. Fui un auténtico idiota.

—Tú sí que no tenías excusa —soltó Diana dándole un golpe en el brazo—. Podías haber intervenido y no seguirme la corriente como un baboso.

Daniel le lanzó una mirada amenazante pero cargada de diversión.

—Estás arruinando la disculpa —dijo él, devolviéndole el golpe.

No pude evitar sonreír al presenciar de nuevo, esa dinámica tan familiar para mí.

—Son un caso sin remedio, los extrañé demasiado. Necesito que me expliquen que carajos pasó estos meses, porque siento que me teletransporté a un universo paralelo donde todos decidieron actuar sin coherencia alguna. Y Diana, lo que hiciste, no estuvo bien, pero lo entiendo, lo entiendo de verdad. Además, tenías razón sobre Nicolas y lamento todo por lo que pasaste, me duele mucho no haber podido estar para ti.

Ambas empezamos a llorar de nuevo, ella se lanzó a darme otro abrazo, sentí como sus manos me apretaban con fuerza, como queriendo transmitirme todo lo que no había podido durante meses, apoyó su cabeza en mi hombro.

—No se como eres capaz de hablarme como si nada después de como me comporté contigo. Tenía mucho miedo de que esta vez no hubiese forma de solucionar lo que hice.

—Es simple, porque nunca dejé de quererte a pesar de todo y, además, ya no quiero más resentimientos, ni peleas, ni complicaciones en mi vida, menos con ustedes dos. Vinieron hasta aquí y están dispuestos a hablar, eso es lo que me importa.

—Gracias —dijo ella aparentando aún más el abrazo, Daniel se unió envolviéndonos a las dos con sus largos brazos.

Luego de más lagrimas y disculpas, nos pusimos al día con todo lo que ocurría en nuestras vidas. Resulta que los padres de Diana se estaban separando y debido a la delicada situación, ella y su madre se mudarían a casa de su abuela que estaba en otra ciudad, no sabía si podría quedarse hasta la graduación, pero estaba feliz de que al fin hubiera algo de tranquilidad en su vida, por otro lado, me contó que estuvo recibiendo ayuda psicológica gracias a una asociación benéfica que le llegó del cielo, le confesé que yo había enviado el mensaje para ayudarla, ella se echó a llorar de nuevo, no podía creer que aún en las circunstancias que estábamos, había seguido ayudándola.

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