14. Miradas que lo dijeron todo

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Perdí la cuenta de las noches en las que hicimos lo mismo durante los siguientes tres meses que vivimos juntos. A veces podía escuchar las respiraciones exaltadas de Leon y en cuestión de segundos ya estaba en su cuarto. Me acomodaba en su cama y dormíamos juntos. Otras veces el me escuchaba, sin decir nada se acostaba a mi lado y esperaba a que me quedara dormida.

Nos volvimos expertos en reconfortarnos. Lo que pasó en Raccon City nos perseguiría el resto de nuestras vidas, pero al menos teníamos a alguien a nuestro lado para dormir y evitar tener pesadillas.

O quizás nos acostumbramos mucho a tenernos el uno al otro.

En esta madrugada, Leon llegó con un de vainilla para mí y comenzaron los intentos fallidos de dormir. Dábamos vueltas en mi cama hasta que finalmente nos rendimos y decidimos que era mejor conversar.

Ahora ambos estábamos sentados en mi cama, hace rato el té de alguna manera se había convertido en whisky y los sollozos que resultaron de las pesadillas se tornaron en risas.

Leon estaba apoyado en la pared y yo al frente de él. Le contaba una de mis anécdotas en el colegio y el escuchaba con atención.

—Entonces, vi como ese tipo estaba molestando a una paloma y pues me enojé. — Tomé un sorbo de whisky y el ojiazul evitó reírse, sus mejillas estaban sonrojadas por las bebidas.

—No entiendo como pasaste de estar enojada a golpearlo con un libro.

—¡Ese tipo era muy pesado, Leon! Tu hubieras hecho lo mismo.

El abrió sus manos y la boca fingiendo haber estado ofendido. Reí y tomé otro sorbo.

Todo mi alrededor se volvía borroso y sentía como se movía, pero tenía mi mirada sobre él y todo lo demás dejó de importarme.

Todo se sentía tan bien... Tan seguro... Con Leon.

—Ciertamente si lo hubiera hecho, pero— Intentó decir, pero lo interrumpí.

Me acerqué hasta donde Leon estaba y puse un dedo sobre su boca, sonreí en señal de victoria. Sus ojos inmediatamente subieron hasta los míos y sonrió también.

Tal vez era el alcohol o las noches sin dormir como una persona normal debería, pero las órbitas azules en sus ojos tenían tanto brillo como las estrellas que adornaban el cielo esa noche.

El ambiente se volvía más pesado, pero no de una manera mala, se sentía bien. El aire era cada vez más cálido mientras podía sentir su respiración caliente sobre mi rostro.

—¡Lo sabía! —Dije, desviando la mirada de sus labios. Me senté más cerca de Leon. Estar tan próxima a él me hacía sentir su calor por todo mi cuerpo — Créeme que se lo merecía y hasta ahora no me arrepiento de nada.

Asintió con su cabeza suavemente y aclaró su garganta antes de hablar, el sonido fue ronco y profundo. Su mirada no se quitaba de encima de mío y se sentía como si tuviera un nudo en la garganta. Mis mejillas comenzaban a calentarse de a poco.

Era por el alcohol, ¿no?

—Recuerdo que me dijiste que por eso te suspendieron del colegio dos semanas. — Su cabeza tenía que alzarse un poco para poder verme pues yo gané un poco de altura al doblar mis piernas y sentarme sobre ellas.

—Como dije, no me arrepiento de absolutamente nada.

Dio un par de carcajadas antes de finalmente acabar su vaso con un sorbo más.

Intercambiamos miradas sin decir nada por unos segundos. El silencio no era incómodo, sin embargo, decía tantas cosas que no supe interpretar en ese momento.

La Noche En Raccoon City -Leon KennedyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora