[05]-Recuerda que te amo

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Advertencia: Lectura para mayores de 18 años en adelante, contiene temas de violencia situaciones de tema erótico y sexual, imágenes eróticas. Lenguaje ofensivo y vulgar. Incluye Smut [RS] Soft lemon, [Gore].

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Capítulo 05: Recuerda que te amo

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[1983]

Unos sollozos se escuchaban al final de las escaleras del tercer piso, una niña se encontraba llorando; llegándose a tallar sus ojos y sostener contra sus manos, una gorra de color azul con el símbolo del pino. Estaba la prenda algo sucia y cubierta con manchas de sangre.

Unos pasos se escucharon por el pasillo haciendo que la pequeña tomara una manta, que había cogido de su cuarto y se la colocara encima de ella. Comenzó a temblar teniendo miedo de encontrarse con la institutriz del convento.

Guardo silencio por unos minutos, cubriendo su boca con sus manos. Su corazón latía con rapidez cuando fue levantada la sabana, para después bajarse llegando a sentir un frío en su espalda.

"Te matare"

Un fuerte agarre en su cintura y una risa siniestras se escuchó cerca de su oído, alertándola e intentando zafarse de su agarre. La misma presencia cubrió su boca con una mano cubierta con unas garras ejerciendo una fuerte presión en su cuerpo. Murmullos eran los que soltaba la pequeña reflejando en sus enormes ojos; el terror y el miedo.

De repente sintió que alguien tiraba de la sabana, observando frente a ella a un sujeto de cabello malva y mirada amatista.

- Mabel – Le llamo con una voz que reflejaba extrañez. - ¿Qué haces despierta?

La castaña sintió la liberación y volteo a todos lados buscando la persona que la tenía sujeta. Unas lágrimas brotaron de la comisura de sus ojos y el llanto la invadió por completo.

- ¡Ahh! – Mabel se aferró a la pelvis del sujeto, soltándose a llorar.

- Mabel – Se hinco pasando su mano por debajo de sus muslos y la otra por su espalda baja para cargarla, observando que sus calcetines estaban sucios. – ¿Cuánto llevabas deambulando? Ven, pequeña. – Dándole palmaditas suaves en su espalda mientras la consolaba y la mecía. – Ya, ya, ya paso linda. – Escuchando a la pequeña hipar y aferrarse a su pecho. - ¿Qué tienes hermosa?

- Un... monstruo. – Dijo ella ronca de su voz. – Me agarro y me quería hacer daño.

- ¿Un monstro? – Dijo. – Aquí no hay monstruos, querida.

A su Merced, mi DoncellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora