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Ya ha transcurrido una semana desde aquel viaje al campo

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Ya ha transcurrido una semana desde aquel viaje al campo. No hemos sabido nada de Alana aquí en la Hostal, desde que bajó el arma para no dispararme y decidió irse en otro sentido... no la he vuelto a ver. Bautista se está recuperando del golpe que, todos pensamos, fue proporcionado por Alana. Estuvo en el hospital por unos días, pero ya se encuentra reposando en la comodidad de su casa. Nadie de nosotros lo ha ido a ver, sólo Celeste atinó a llamarlo, pero la contestadora le respondió. 

  Tomás ha decido viajar a la ciudad por un par de semanas, superado por los disparos y las cosas de campo. Nunca supo que su novia había recibido una bala que perforó uno de sus pulmones, decidió irse antes, dejando el recado con Beatriz. 
  Camila ya se encuentra mucho mejor, sólo una pequeña cicatriz en su pecho le recuerda que estuvo a punto de morir y me lo ha agradecido en diversas ocasiones, diciéndome que se siente más viva que nunca.

Aquel viaje dio un giro en la vida de cada uno. Verdades salieron a la luz y hoy... ya es momento de enfrentarlas.


Int. Hostal Viento Sur. Habitación Vedran. Tarde.

  En la habitación, Vedran se mantiene de pie frente a Camila, William y Celeste, quienes escuchan atentamente las palabras de aquel joven extraterrestre.

_ Esto no es un juego, chicos – explica Vedran, serio – Lo que menos quería era que los perjudicados sean ustedes, pero ya no tengo más opción... De una u otra forma están en la mira y no voy a permitir que nada malo les vuelva a ocurrir – dice mirando a William y Camila, quienes lo escuchan con en completo silencio – Como bien saben, llegué a Los Molinos con un solo propósito, pero nunca imaginé que podría conocer a gente tan buena como ustedes. 

Camila sonríe, amigable, dando una mirada a Celeste, quien escucha sin mirar a Vedran.

_ Quiero que sepan lo que soy – dice Vedran, sin temor – No más secretos.

William mira a Camila, algo angustiado. Desde aquel viaje al campo que se ha mantenido distante y aún no se atreve a hablar con ella.

_ Y bueno – agrega Vedran – Voy a comprender si no aceptan nada de lo que les cuente. No soy nadie como para obligarlos a creerme, pero sí quiero que sepan he aprendido a quererlos en este poco tiempo que los conozco – sonríe, con algo de nostalgia y esperanza.


Flashback.

Desde hace miles de años que el planeta Espiga 4 ha existido fuera del sistema solar. Ese fue el lugar donde me criaron hasta los diez años. Se preguntarán cómo es... ¿Y qué puedo decirles? Es como vivir a oscuras durante todo el tiempo, donde las únicas luces que marcan el día y la noche son completamente artificiales y creadas para producir una temperatura no muy elevada. Ahí crecí, en un lugar parecido a lo que ustedes llamaron, campo de concentración. Desde pequeño fui entrenado por extraterrestres especializados en el estudio de los humanos. ¿Qué aprendí? Diferentes idiomas, diferentes modismos y costumbres. Pero por sobre todo, trataron de inculcarme que los humanos no eran más que unos ignorantes que no aprovechaban todo lo que tienen a su alcance. Muchos, de los que fueron mis maestros, se empeñaron en que los odie. Pero nunca lo lograron, pues sabía que una humana era mi madre y que me había llevado con ella durante cinco meses.
Sabía que no eran completamente un "Gris". Mi cuerpo no era igual al de mis maestros. Mis ojos son verdes, mi tez es blanca, tengo nariz y boca. Gran diferencia que logró que muchos otros grises, que sí lucían como extraterrestres, opten por hacer grupos aparte de estudios. La única similitud que tenía con ellos, eran los trajes negros que nos hacían usar. Completamente apegados al cuerpo, para mantener nuestros cuerpos temperados.
A los diez años, un grupo de ciento cincuenta extraterrestres, entre híbridos y grises, fuimos destinados a vivir en una nave. Si Espiga 4 era frío, ya se imaginarán como era estar en esa nave inmensa. Ahí fue donde conocí a Alana. Una híbrido destacada en artes marciales y defensa personal, algo admirable entre los Grises para sus doce años. Ella desde pequeña supo que era diferente y fue por eso que quiso ser la mejor, para que nadie la mire en menos. Así me lo hizo saber en la primera batalla cuerpo a cuerpo que hicieron en X4, nuestra nave.
Aquellas batallas entre híbridos, eran la atracción de los Grises mayores. Al lucir como perfectos humanos, era entretención vernos luchar. Nos decían que teníamos que aprender a defendernos sin utilizar ningún poder mental de manipulación.

_ ¿Así que eres el mejor de tu grupo? – me preguntó Alana, mentalmente, mientras esperaba tomarme débil. Yo con diez años y ella con doce, estábamos rodeados de Grises. Demostrando que sabíamos defendernos.

_ Eso dicen – le respondí, sin quitarle la mirada.

Me lanzó un golpe directo al mentón. Lo esquivé. Una patada al estómago. La esquivé. Brincó de su lugar, llegando como una acróbata detrás de mi. Intentó ahorcarme, pero sus brazos me sirvieron para lanzarla hacia delante, donde logró estrellarse contra la fría y dura pared. Desde el suelo me miró con rabia. Impotente.

_ Yo soy más grande – alegó, con su mente – Soy mucho mejor que un niñito como tú.

_ No se nota – respondí, sonriente. Lo cual la irritó, por lo que corrió con fuerzas hacia mi, logrando tumbarme en el suelo. No atiné a defenderme, cuando sentí el primer golpe. Su puño se marcó en mi cara. Una y otra vez. Dejándome en claro que ella era más grande y mucho mejor que yo. 

Rompió mi nariz, dos de mis costillas y torció mis dedos. La miré desde el suelo, soportando el dolor y me habló sin pronunciar palabras.

_ No me desafíes nunca... Vedran – me miró con desprecio, para luego irse.

GrisesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora