Serena colgó el teléfono, preguntándose por qué la sorprendía tanto que Darien hubiera cancelado los planes a la primera de cambio. Y por qué se sentía tan abatida.
—Al menos me alegro de no haberle dicho a Rini que iba a acompañarnos —le dijo a Usagi.
—¿No va a ir con vosotras?
—No. Le ha surgido un imprevisto —dijo, repitiendo la explicación que Darien acababa de darle.
—¿Y ese compromiso no puede esperar? —preguntó Usagi frunciendo el ceño.
—Por lo visto no —intentó convencerse a sí misma de que no estaba decepcionada, sólo enojada. Después de todo, era él quien había insistido en pasar tiempo con Rini. Ella había accedido únicamente porque se sentía acorralada.
Lo irónico era que había consultado el calendario aquella mañana y había visto que era el Día del Padre. Y le había resultado entrañable que Rini pasara, por primera vez en su vida, el Día del Padre con su papá.
—No me parece el mismo hombre que insistió en pasar el día con Rini comentó Usagi.
—No —corroboró Serena—. Aunque no es la primera vez que cambia de idea sobre lo que quiere —las dos sabían que se refería al matrimonio que Darien había acabado antes de su primer aniversario.
—¿No te ha ofrecido ninguna explicación?
—No —negó con la cabeza. Tampoco le había dado ninguna explicación cinco años atrás—. No tiene ningún sentido.
Realmente, nada de aquella situación tenía sentido. Había amado a Darien con todo su corazón y había creído que él la amaba. Cinco años después, no quedaba ni rastro del afecto que una vez compartieron. Lo único que había era rencor, amargura y acusaciones… y una niña pequeña que no merecía estar en el centro de la batalla.
—¿Cómo voy a explicarle esto a Rini?se preguntó en voz alta.
—Sólo tiene cuatro años —dijo Usagi con voz amable—. No pedirá tantas explicaciones como crees.
—Pero algo habrá que decirle.
—Lo superará —le aseguró Usagi—. Los niños son increíblemente fuertes.
—No tendría que superar nada —dijo Serena—. Su vida no tendría que verse afectada por los errores que yo cometí.
El ruido de unas pisadas impidió que siguieran hablando, y Serena consiguió componer una sonrisa justo cuando Rini entraba en la habitación.
—Mami, tengo hambre.
Siempre tienes hambre —dijo su madre sonriendo con más naturalidad.
—Pero ha pasado mucho rato desde el desayuno —dijo solemnemente Rini—. Y mi barriga quiere galletas de chocolate.
—¿Galletas de chocolate?
—Sí —afirmó la pequeña, asintiendo con vehemencia.
—Ya conoces las reglas. Nada de galletas de chocolate antes del almuerzo.
Rini hizo un puchero con los labios y la miró con ojos suplicantes.
—Pero tengo hambre.
Serena la abrazó y se la subió al regazo. Aspiró con deleite el olor a champú infantil y chicle. La fragancia exclusiva de su pequeña.
—¿Estás bien, mami?
—Estoy bien —dijo ella, y le dio un beso en la mejilla—. Echaba de menos abrazarte.
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MEDIDAS DESESPERADAS (McIver Libro 1)
RomantikDarien Shields había vuelto a la ciudad y la única persona a la que no le alegraba su regreso era su exmujer, Serena Tsukino. Ella sólo quería enterarse de cuándo se marchaba de nuevo, porque era lo que siempre hacía aquel hombre. Y esperaba que se...