—Eso ha sido para llamarte la atención. Para demostrarte que no temo usar este arma.
A Zoisite lo complació que su voz sonara tranquila, a pesar de que el retroceso del disparo lo había asustado. Apartó la vista del agujero de la pared y miró a Shields, que se había puesto pálido, y a la mujer, que volvía a tener los ojos llenos de lágrimas.
—Y ahora dime la verdad, entrenador —insistió, sonriendo—. O la próxima bala puede ser fatal.
Shields tragó saliva y miró impotente a la mujer, pero antes de que pudiera hablar, el teléfono de la mesa empezó a sonar.
Zoisite dio un respingo. Demonios, ¿cómo iba a pensar si lo interrumpían?
Agarró el auricular con su mano libre.
—¿Qué? —preguntó, furioso.
—¿Zoisite Parnell? —preguntó una voz serena al otro lado. Masculló una maldición, preguntándose cómo podían haberlo seguido hasta allí.
—¿Quién lo quiere saber?
—El detective Tenoh de la Policía de Austin —informó su interlocutor—. Hemos oído un disparo y queríamos asegurarnos de que todo el mundo está bien ahí dentro.
El sudor le goteó del labio superior mientras asimilaba las palabras del policía.
Se acercó con el teléfono a la ventana y miró a través de las persianas. Había al menos una docena de coches patrulla fuera del edificio. Maldición, aquello no era parte de su plan.
—¿Seguro que están todos bien? —volvió a preguntar Tenoh.
—¿Y a ti qué demonios te importa?
—Quiero negociar contigo la liberación de los rehenes —respondió pacientemente el detective—. Pero primero necesito saber que están bien.
El sudor seguía cayéndole por la frente y los ojos, empañándole la vista.
Parpadeó con fuerza, intentando encontrar una manera de salvar la situación.
—Hemos rodeado el edificio —lo avisó Tenoh—. Y hay francotiradores en los tejados, al otro lado de la calle.
Estaba fanfarroneando. Y aunque hubiera francotiradores, no podrían apuntar con las persianas bajadas. Desde fuera sólo podían ver sombras. No se arriesgarían a dispararle a Shields o a la mujer por error.—El único modo que tienes de salir vivo es liberar a los rehenes y rendirte.
Zoisite sacudió la cabeza. De ningún modo iba a rendirse. Aquél era su espectáculo, y no iba a permitir que nadie le arrebatara el protagonismo.
—No son rehenes —le dijo al detective—. Son víctimas. Y lo único que hay que negociar es quién morirá primero.
Dicho eso, colgó el teléfono.
Darien se estremeció. Su última esperanza de salir vivos se había desvanecido.
—Te creíste muy listo trayendo a la policía contigo —le espetó Zoisite.
—Estaba intentando ayudarte.
Zoisite soltó una carcajada burlona.
—¿Como cuando me relegaste al banquillo?—Incluso Alan vio que no estabas bien para jugar.
—¿Alan?
—Fue él quien me dijo lo de las píldoras.
—Mentira. Alan no me traicionaría. Fue Yaten… Creyó que podría tener mi puesto si yo dejaba de ser titular.
—Fue Alan —insistió Darien—. Y me lo dijo porque estaba preocupado por ti.
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MEDIDAS DESESPERADAS (McIver Libro 1)
RomanceDarien Shields había vuelto a la ciudad y la única persona a la que no le alegraba su regreso era su exmujer, Serena Tsukino. Ella sólo quería enterarse de cuándo se marchaba de nuevo, porque era lo que siempre hacía aquel hombre. Y esperaba que se...