Serena estaba sentada en el salón cuando Usagi volvió a casa por la tarde. No estaba llorando. Había derramado ya suficientes lágrimas por Darien Shields, y, de todos modos, su corazón se había quedado tan vacío como el apartamento del sótano.
—¿Qué ha pasado? —preguntó su prima—. ¿Le ha ocurrido algo a Rini?
—Rini está bien. Está jugando en su habitación. Es Colin. Se ha… marchado.
—¿Adónde?
—Ha vuelto hoy a Texas —se le hizo un doloroso nudo en la garganta.
—¿Por qué?
—Lo llamó su agente y le ofreció un puesto de entrenador en Austin.
—Oh… —Usagi la abrazó—. Pensé que… Bueno, no importa lo que pensara. Lo siento, Serena.
—Tendría que haber estado preparada para esto. Creía estarlo. Pero cuando se fue…
Su único consuelo era que Darien no había mirado atrás y no la había visto en la ventana.
—Lo odio por hacerte esto otra vez —murmuró Usagi.
—Yo también lo odio —mintió ella—. Pero odio aún más cómo afectará esto a Rini.
—Es una niña. Lo superará —la miró con inquietud—. Me preocupas más tú.
—Estoy bien.
—No lo pareces.
—Gracias —dijo Serena secamente.
—Ya lo echas de menos, ¿verdad?
—Quizá —«desde luego que sí». Había creído que esa vez podría proteger su corazón si se prohibía amarlo. Pero ahora sabía que era imposible.
Amaba a Darien.
Siempre lo había amado.
—¿Se lo has dicho? —preguntó Usagi, como si le hubiera leído el pensamiento.
Serena negó con la cabeza.
—Deberías hacerlo —dijo su prima—.
Si supiera lo que sientes por él…—Es demasiado tarde.
—No lo creo. Un hombre no mira a una mujer como Darien te mira a ti a menos que sienta algo fuerte.
—Obviamente, sus sentimientos no son lo bastante fuertes —no pudo evitar la amargura de su voz. Darien le había dicho que la amaba, pero seguía amando más el hockey—. Debo de haber sufrido una locura transitoria —confesó—. Intenté convencerme de que no había nada malo en tener una aventura, siempre y cuando no me enamorara de él.
—Pero te enamoraste —dijo Usagi con suavidad.
—Sí —se apartó las lágrimas que resbalaban por sus mejillas—. He sido una idiota.
—El amor hace cometer locuras.
—No esperaba de él que se quedara por mí. Pero deseaba que… lo hiciera… por Rini.
—¿Sabe ella que se ha ido?
Serena asintió.
—¿Cómo se lo ha tomado?
—Parece que bien, al menos por ahora. Ya veremos qué pasa cuando tenga que irse mañana al campamento.
Se obligó a dejar a un lado la tristeza y seguir adelante con sus cosas. Tenía el corazón destrozado, pero había mucho más que hacer.
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MEDIDAS DESESPERADAS (McIver Libro 1)
RomanceDarien Shields había vuelto a la ciudad y la única persona a la que no le alegraba su regreso era su exmujer, Serena Tsukino. Ella sólo quería enterarse de cuándo se marchaba de nuevo, porque era lo que siempre hacía aquel hombre. Y esperaba que se...