Capítulo 6

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Sigo pensando que es una mala idea —dijo Serena, de pie junto a la ventana mientras observaba cómo Darien descargaba su equipaje de su coche alquilado—. Una muy mala idea.

—Es un compromiso —le recordó Usagi. Serena suspiró.

—Lo sé, pero no por eso tiene que gustarme.

—Bueno, si tienes razón, durará dos semanas en el apartamento del sótano. Y si no la tienes…

—La tengo —cortó Serena.

Pero, cielos, cuánto deseaba estar equivocada. Darien no había protestado cuando le dijo que ese verano, en vez de ir al campamento, se quedaría en casa con el «tío Darien». De hecho, la niña estaba entusiasmada.

Lo cual preocupaba aún más a Serena. No creía que Darien fuera a dedicarse a hacer de canguro. Muy pronto se marcharía, y sería mejor si Rini no descubría que era su padre.

—Entonces aguanta un par de semanas, ¿eh? —le dijo Usagi—. Además, puede que te sorprenda.

—Tal vez —respondió Serena, aunque lo dudaba—. Sólo espero poder enviar a Rini al campamento cuando él se marche.

—No quiero ir al campamento —protestó Rini—. Quiero quedarme con el tío Darien.

Serena se sobresaltó, preguntándose cuánto habría oído su hija de la conversación. Había creído que estaba jugando en el piso de arriba.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó.

—Es la hora de la siesta de Chibi-Chibi —respondió Rini, refiriéndose a su nueva muñeca favorita… regalo de «tío Darien».

—¿Y tú no deberías estar echarte la siesta también?

—Soy muy mayor para dormir la siesta —dijo orgullosamente la niña.

—Cierto —concedió su madre—. Pero esta mañana te has levantado muy temprano.

—Porque estaba muy contenta de que el tío Darien se venga a vivir aquí.

Serena también se había levantado temprano, porque estaba muy nerviosa por lo mismo.

—¿Puede venir también el tío Mamoru? —preguntó Rini.

—No lo creo —respondió su madre con una sonrisa—. El tío Mamoru tiene su propia casa.

—¿Por qué el tío Darien no tiene una casa?

—Tenía una casa en Texas —explicó Serena—. Porque era allí donde vivía.

—Como mi papá —dijo Rini.

Serena había olvidado haber compartido esa información con Rini, pero su hija siempre la sorprendía con los más mínimos detalles que sabía de su padre. Serena  no podía evitar una sensación de culpa por el engaño, pero sabía que era lo mejor.

—¿Puedo ir a ver si el tío Darien necesita ayuda? —preguntó Rini.

—Será mejor que no lo molestes hasta que se haya instalado.

—Por favor, mami.

Serena suspiró. Ésa era una de las razones por las que no había querido que Darien viviera allí. Pero lo único que podía hacer ya era adaptarse. O al menos fingirlo.

—De acuerdo —aceptó—. Saldremos a preguntarle al tío Darien si necesita ayuda.

Darien  acababa de cerrar el maletero del coche cuando ella y Rini salieron al porche. Le sonrió afectuosamente a su hija.

MEDIDAS DESESPERADAS (McIver Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora