Capítulo 5

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El ruido de unos golpes en la puerta supuso un alivio en sus angustiosos pensamientos. Al abrir y encontrarse a su hermano no se sorprendió mucho. Mamoru llevaba una gran caja de cartón, pero decidió ignorar ese detalle por el momento.

—¿Era Serena la que acabo de ver salir?

Darien asintió y Mamoru dejó la caja en la mesita.

—¿Cómo va todo?

—No tan bien como esperaba.

—¿Habéis llegado a algún acuerdo para ver a Rini? —preguntó su hermano con el ceño fruncido.

—Aún no —reconoció, sin darse cuenta de que estaba sonriendo—. Nos hemos distraído con otras cosas.

Mamoru negó con la cabeza.

—Serena será quien acabe sufriendo cuando vuelvas a marcharte.

Aquel comentario se parecía demasiado a lo que Serena había dicho sobre su relación con Rini, y no pudo evitar enojarse.

—¿Por qué todo el mundo está tan convencido de que no voy a quedarme?

—¿Te quedarás? —lo retó Mamoru.

El enfado se esfumó rápidamente y se dejó caer en el sofá.

—No lo sé.

La verdad era que nunca había tenido intención de alargar su estancia en Fairweather. Y aunque descubrir que tenía una hija le hacía desear quedarse, había otros factores que considerar.

Había esperado que la bomba de Texas hubiera saciado en ansia de venganza de Parnell, pero la muerte de dos personas más en Maryland sugería lo contrario. Hasta que supiera con certeza que el peligro había pasado, no podría prometer nada.

No se quedaría en el pueblo si su presencia suponía un riesgo para  Serena y Rini.

—Sé que quiero conocer a mi hija —dijo.

—¿Pero? —añadió Mamoru.

A Darien no debería sorprenderlo que su hermano pudiera leer sus pensamientos. Aun así, no le resultaba fácil expresar lo que sentía.

—Pero… ¿y si me odia?

—No va a odiarte.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque la conozco.

Aunque sabía que no lo hacía intencionadamente, la respuesta de Mamoru lo devolvía a su lugar: fuera de la vida familiar que Serena había creado. La única familia que Rini  conocía eran su madre, Mamoru y Usagi. Ahora Darien exigía formar parte de ella, y por primera vez, creyó entender las reticencias de Serena. Sin embargo, eso no disminuía su resolución.

—Cree que yo también soy su tío —le dijo a su hermano—. Y empiezo a pensar que tal vez sea mejor así.

—Ella necesita a su padre —replicó Mamoru.

—Pero… —no pudo decir nada más porque un aluvión de dudas e inseguridades lo asaltó de golpe.

—¿Qué?

Darien negó con la cabeza.

—Nunca he sido bueno en nada, salvo en el hockey. Incluso en eso lo he fastidiado.

—¿Cómo puedes culparte por la lesión que acabó con tu carrera?

—Si hubiera ido a la universidad, habría tenido algo más en lo que apoyarme.

—Ah —su hermano lo miró, comprensivo—. Nunca creí que le prestaras mucha atención a lo que dijo el juez.

—Intenté no hacerlo —reconoció Darien—, pero es muy difícil ignorar algo que oyes tantas veces.

MEDIDAS DESESPERADAS (McIver Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora