1.16 | Dilucidar

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   Rotor yacía sentado sobre un banco de madera, aguantando el dolor de espalda debido a la muy incómoda posición que había adoptado. Sacaba su lengua por el resquicio formado del lado derecho de su boca, arrugando el entrecejo con frecuencia.

     Maurice abrió la puerta con brusquedad, tomando por sorpresa a la morsa y haciendo que diera un salto. Su entrada provocó que las pinzas dejaran caer uno de los diminutos componentes de la tarjeta. Rotor inhaló irritado.

—¿Qué tal vas? ¿Pudiste? —Indagó caminando hacia él.

—¿Crees que seguiría aquí si ya hubiera podido repararlo? —Respondió retóricamente—. Mal Maurice, voy mal. Sé qué componente no funciona como debería, pero no consigo encontrar la falla —expuso.

     Sin replicar el sentimiento de frustración de Rotor, el erizo garzo situó su mano en el hombro de la morsa y suspiró calmado, cargando una libreta y su tan preciado discman en su otra extremidad.

—Tiene un CD de Go West —informó entregándole su reproductor de música—, ve a dar una vuelta a la villa y escucha algo de música, antes de que tacleés a alguno de nosotros —aconsejó divertido—. Cuídalo con tu vida.

—¿Go West? ¿Los de We Close Our Eyes? —Maurice asintió— ¿No tienes música prehispánica de casualidad? —Se mofó.

     El erizo no respondió, si bien era cierto que en ocasiones sus gustos musicales iban más allá de su edad, no era algo que le molestara en lo más mínimo. Sus tardes en familia habían sido musicalizadas con las melodías que animaban a sus padres, cada nota era un recuerdo que lo llenaba de alegría y esperanza.

     Rotor abandonó su equipo de trabajo en la mesa, tomó el discman de Maurice y salió con prisa.

     El habitáculo sucumbió instantáneamente al silencio. Cyrus permanecía sentado en otro banco ubicado a 4 pasos de distancia del asiento de la morsa, empató su mirada con la de Maurice y, sin decir nada, se levantó.

     Tomó el lugar de Rotor para proseguir con el trabajo, mientras que el infante de ojos verdosos se posicionaba en el lugar sobrante. Entrelazaba sus pies con el travesaño del banco de madera y dirigía su vista a las letras trazadas por la mano de su tío Chuck.

     El león hizo una breve medición de la corriente eléctrica que transfería cada pieza anteriormente indicada por Rotor. Maurice cambiaba página tras página, entretenido por el contenido. Ninguno de los dos tenía intensiones de hablar con el otro.

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