1.17 | Advenimiento

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Maurice

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Maurice.

Contra todo pronóstico, el despegue no supuso inconveniente alguno, sin contar los gritos de mi tripulación —principalmente Antoine—. Lo difícil era permanecer en el aire.

Mantuve mi vista en el tablero, las nubes eran densas, mi primer vuelo se estaba complicando más de lo que había imaginado. En gran parte del viaje había tenido que ir a ciegas, guiándome únicamente por los instrumentos del avión.

Alineé el horizonte artificial del indicador de El Tornado. Una sensación de tranquilidad me inundó al notar las múltiples aberturas del celaje. Emocionado me asomé por los laterales del biplano, mis ojos alcanzaron a notar entre la bruma la silueta de un territorio repleto de relieves y construcciones.

—Pasajeros, les habla su capitán —pregoné con un dejo de diversión—, hemos llegado a nuestro destino.

—Sigo sin creer que estemos volando sobre Mercia... ¡Volando! ¡Sin morir en el proceso! ¿No les parece increíble? —Festejó Rotor.

—Aún no podemos cantar victoria —razonó Cyrus—. Falta el aterrizaje, el cincuenta y cinco por ciento de los accidentes son despegando o aterrizando.

—¿En verdad eres tan pesimista? De viejo serás un cascarrabias —confrontó la morsa.

—Para eso primero hay que salir vivos de esta avioneta —terció Antoine.

—Pues —alargué la u—... La primera y única vez que intenté aterrizarlo, rompí el tren de aterrizaje —el fuselaje fue succionado por el silencio— ¿elegí un mal momento para decirlo?

—¿Cómo es que después de tanto no estás muerto? —Planteó Rotor retóricamente.

—No lo sé, supongo que en esa ocasión influyó mucho el que tuviera puesto el cinturón de seguridad —respondí empujando el timón hacia enfrente.

—Amm... ¿Entonces por qué Cyrus y yo no tenemos cinturones? —Cuestionó Antoine con voz temblorosa.

—Creo que —rasqué mi cabeza— se me pasó avisarle a Rotor que los incluyera cuando instaló sus asientos.

—Un poco importante ¿no? —Preguntó enfadado.

—Rotor y yo nos encargaremos de que los recuerden como héroes —bromeé—¿Listos?

—Depende si te refieres a aterrizar o morir, no estoy listo para ninguna de ellas —farfulló el león.

Apunté la nariz del avión hacia el suelo en un ángulo de 45°, bajé las revoluciones gradualmente mientras mis oídos eran espoleados por el vocerío de la tripulación.

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