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—De verdad perdóname Yugi-kun, no era mi intención lastimarte, es solo que... no esperaba que estuvieras a lado de la puerta— le dije mientras lo ayudaba a levantarse, estaba tan asustada y avergonzada, había golpeado a Yugi Amane.
—Estoy un poco mareado— dice levantándose algo torpe y moviendo un poco la cabeza.
Soy de lo peor, Yugi-kun tiene un ligero raspón en la frente...
—Gomen... ven vamos a la enfermería para curarte eso— dije viendo su herida, sintiéndome culpable.
Y sin pensar mucho en lo que hacía, le tomé de la mano con fuerza, para llevarlo a rastras afuera de la cafetería e ir a la enfermería, gracias al cielo que no estaba tan lejos de aquí.
Oh, esperen; tengo que avisarles a los chicos sobre mi ausencia.
—Ah cierto... Cami-senpai— dije llamando a mi amiga castaña— dile a los demás que tuve que encargarme de un asunto importante y que los veré luego.
—Yo les aviso Nene-chan, vayan antes de que se acabe el descanso— dijo guiñando el ojo.
Asentí agradecida mientras le daba una sonrisa, para girar todo mi cuerpo y seguir mi camino junto Yugi-kun.
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La albina estaba tan concentrada en llegar a la enfermería, que no noto que el pelinegro estaba muy sonrojado ante su tacto; Amane sabía que sus manos eran suaves, lo supo cuando acarició sus mejillas el día anterior... Pero aun así, sentirla en su mano por primera vez... pudo darse cuenta de lo frágiles y pequeñas que eran a comparación de las suyas, casi como si fuera de una muñeca de porcelana.
Su muñeca de porcelana... Que sin carraspear o dudar ni un poco, si él la tuviera en el puesto de novia, la cuidaría como el tesoro más preciado.
Con algo de dudas, apretó su mano con la de la albina, para notar como su cuerpo reaccionaba ante una gran electricidad que hizo que se sonrojara más.
