12. ¿Así es como quieres jugar?

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Poderosa, así se sentía Elizabeth.

Hechizado, Giovanni.

Celoso, Fabrizio.

De brazos cruzados y con la espalda apoyada contra la pared, un frustrado Fabrizio observaba la escena que ocurría frente a sus ojos. La habitación estaba sumida en una penumbra suave, apenas iluminada por la luz de la luna que se filtraba por las cortinas, creando un ambiente íntimo y cargado de deseo.

Quería ser él quien estuviera arrodillado en el suelo degustando a la deliciosa Elizabeth, que estaba acostada en la cama, con las piernas abiertas, gimiendo con fuerza gracias a Giovanni, quien no dejaba de chuparla.

—No te detengas, por favor —sollozó, con la voz cargada de lujuria. Alzó sus ojos brillosos de placer para ver al hombre entre sus piernas. Se mordió la lengua para no gritar cuando hundió dos dedos en su húmeda cavidad. Le agarró de la cabeza y le obligó a continuar—. Por favor, Giovanni. Estoy tan cerca.

Él gruñó contra su empapado sexo, y la vibración hizo estremecer a Elizabeth, que separó un poco más las piernas. Tuvo la intención de frotar su sensible clítoris, pero Giovanni se adelantó cuando lo atrapó con los labios, succionando la pequeña protuberancia.

—¡Sí, así, no pares!

Fabrizio sentía que estaba a punto de estallar por los celos al ver cómo ella, con firmeza, le agarraba la cabeza, llevando a su amigo al paraíso.

Giovanni no se detuvo hasta que ella se corrió en su boca. Con una sonrisa triunfal, contempló con orgullo lo que acababa de hacer. Había dejado a Elizabeth agotada sobre la cama.

—Eres hermosa —le dijo mientras se levantaba del suelo para gatear por su cuerpo hasta quedar suspendido sobre ella. Se inclinó lo suficiente para rozar sus labios. El beso llegó de forma inesperada, siendo dulce y cariñoso.

—Lo sé —respondió ella.

—Es bueno que seas consciente de lo preciosa que eres.

—También es bueno cuando alguien más te lo dice. —Acarició su mejilla, cubierta de una barba de tres días, y se perdió en la intensa mirada de Giovanni que la contemplaba desde arriba—. Gracias por ese increíble sexo oral.

—¿Qué te parece si me devuelves el favor? —Deslizó el pulgar por su labio inferior y ella abrió la boca atrapando el dedo. Sus ojos se oscurecieron cuando la tentadora Elizabeth le chupó descaradamente. Imaginar que era su dura verga hizo gemir a Giovanni, que bajó un poco su cuerpo para que pudiera sentir su erección—. ¿Me quieres matar?

"¿Me quieres matar?" "¿No será al revés?", pensó Fabrizio, que desde donde estaba seguía contemplando la escena con envidia.

—¿Será que te mereces mi dulce boca? —preguntó juguetona.

—Claro que sí, cariño, no olvides quién te hizo acabar.

Él deslizó la mano y le tocó justo en el clítoris para volver a tentarla. Seguía sensible, así que jadeó con el simple roce. Separó las piernas, disfrutando de la caricia, y antes de poder implorar por más, Giovanni cerró la distancia entre sus bocas para un apasionado beso.

Fabrizio se encontraba celoso, molesto, necesitado, sensible y con una erección bajo el vaquero que le dolía. Se acomodó el evidente bulto, pero el simple tacto no ayudó a calmar el deseo.

Ver a la parejita jugando desnuda en la cama le estaba volviendo loco. Tenía ganas de salir de la habitación para dejar de verse patético, pero su orgullo se lo impedía. Iba a quedarse hasta el final, aun si eso le dejaba un dolor de huevos.

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