13. Estamos ocupados

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Fabrizio lento y sin prisa se desnudó

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Fabrizio lento y sin prisa se desnudó.

Estaba tan deseoso por jugar que tenía miedo de parecer un adolescente a punto de perder la virginidad.

Respiró profundo cuando la última prenda de ropa cayó al suelo y después permaneció inmóvil esperando por una nueva orden que no llegó.

—Eres grande, tentador y exquisito para la vista. Yo solo quiero...—las palabras no llegaron porque ella en su lugar le enseñó lo que quería hacer.

Con atrevimiento cerró la distancia entre ambos y lamió esa tetilla masculina que llamaba por su boca. La atrapó con los dientes y mientras lo hacía alzó la vista encontrando unos ardientes ojos verdes viéndola fijo.

Abandonado en la cama quedó Giovanni que por un momento se quiso quitar el condón para tocarse al contemplar la escena, sin embargo, no lo hizo porque ella se apartó de Fabrizio y con un andar coqueto caminó hasta donde estaba.

Le sujetó del rostro y se inclinó en busca de su boca. Giovanni correspondió el beso dulce e inocente que pasó a convertirse en uno ardiente de labios colisionando en busca de más.

La respiración de Elizabeth se detuvo cuando se sentó en su regazo. Sintió la dura erección rozando su centro húmedo y no pudo resistir más. Necesitaba caer en la tentación justo ahora o iba a volverse completamente loca.

Se dejó caer con suavidad empujando la cadera de tal forma que se penetró solita mientras se sostenía de los hombros de Giovanni. Sus miradas hablaban en silencio.

—Eso es cariño, muéstrame lo que quieres y después seré yo quién te coja duro. —La profunda y ronca voz masculina le hizo temblar.

Motivada, deseosa y caliente, se levantó y se dejó caer otra vez, lo hizo una vez más y para la tercera no se detuvo, al contrario, apoyó las palmas de las manos en el torso de Giovanni y de esa forma se mantuvo firme mientras que movía la cadera arriba y abajo cogiéndose duro y a su antojo.

El sonido de la humedad al chocar sus cuerpos endureció sus pezones, que Fabrizio, al darse cuenta de eso, ni lerdo ni perezoso no tardó en atrapar uno con la boca.

Ella le agarró la mano a Fabrizio y eso le hizo perder la concentración. Él la miró pensando que había hecho algo mal, pero supo que no fue así cuando encontró fuego ardiente en sus ojos.

—Sujétame...—ordenó, y con la voz entrecortada suplicó— Fuerte.

Hizo lo que le pidió. Le agarró del pelo por detrás de la nuca y jaló. Su sonrisa creció al ver su entrega pasional.

Se acercó para susurrarle al oído:

—Hazlo más rápido cariño. Cógete duro. —envolvió la mano en su erección y comenzó a masturbarse con frenesí mientras las palabras sucias seguían saliendo sin filtro—. Quiero que te cojas más duro maldita sea. Sigue así hasta que no puedas más.

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