Ni contigo, ni sin ti.

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Sacaba recuerdos de su caja oscura, tenía en ella guardados sus discos, sus fotos, sus cartas.

Ahora que había crecido, su sonrisa dejaría huellas en su cara, no le apenaba, pues ya estaba marcada.

Recordaba como se hizo la cicatriz de su muñeca izquierda, estaba planchando su blusa blanca y con la otra mano estaba fumando un cigarrillo mentol. Sonó el teléfono, y con el preludio de que algo bueno no pasaba, contestó.

El susto fue tal que siguió planchando su blusa, sin darse cuenta del ardor en su piel, de esas marcas de luna que acorde a sus estrellas estampadas en su piel ya estaban.

Como cada Jueves fue a trabajar con la misma sonrisa de días anteriores, de vidas anteriores, de amores anteriores.

No dejaría de sonreír por lo ocurrido, sino, sonreiría con el alma desde ese Jueves en adelante.

Su amor murió.

Acabó toda escena trágica y ahora su vida se tornaba en comedia. Sus palabras llenas de color salían, ¡Buenos días, Anette!, ¡Buen día, jefe! ¿Un café?

Se sentía con más vida que nunca, comenzaría la reunión como cada 27 de Noviembre. El recuento de los gastos de la empresa comenzaban ya a regularizarse y sus ingresos se triplicaban, hasta que vio entrar a la conferencia esos ojos.

¡Todo había sido una broma y ella se dañó el brazo por nada! Ahora su cicatriz escocía.

Y desde ése Jueves, 27 de Noviembre, supo que sus recuerdos, en recuerdos se quedarían, ya no habían promesas, no habían amores, no habían constelaciones en su muñeca, no había nada.

Pequeña Alicia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora