Los fantasmas del pasado tocan a mi puerta. Es de noche y hace frío, ¿quién soy yo para negar el cobijo? Pasen, pasen y tomen té conmigo, ¿sacarina o azúcar?
Me comentan qué ha ocurrido, y me lamento desde el centro. Presentaron muchas canciones acompañadas del teclado de mis manos, lo hago porque debo saber la verdad, a ciencia cierta, he abierto fuego entre mi alma y la suya.
Esperando, pasando el tiempo, los susurros se hacen inaudibles, incoloros, insensibles. Me han pedido que deje mi sangre enfriar, ¿quién soy yo para negarme? Esa noche, junto a mis fantasmas, mi corazón se ha enfriado, mis manos, ya azuladas destellan bajo el brillo de una vela, han tocado la última melodía de mi vida, y no hay más latidos de amor.
La princesa en su cama blanca, con destellos de la luna entrando por su ventana ha dejado de reír.