Cap 19

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Jimin

—Pensé que igual pasabas por aquí.
Linda estaba de pie en el umbral de la puerta principal, con una expresión tan cansada y ansiosa como la de Jimin.
—No sabía adónde ir —murmuró Jimin.
Era sábado por la noche, y ambos sabían que el hombre al que adoraban estaría aquella noche en la arena, arriesgando su vida, quizás en ese preciso momento.
Linda lo invitó a pasar y señaló una silla de la cocina, para que se acomodara.
—¿Te apetece una taza de chocolate caliente? Iba a prepararme una para mí.
Jimin asintió con la cabeza, incapaz de decir nada. Reparó en el móvil que descansaba sobre la mesa. Linda debió darse cuenta de que Jimin se había fijado en aquel detalle.
—Me envía un mensaje cuando termina —explicó Linda encarada hacia los fogones—. Siempre lo hace. Bueno, de hecho, antes me llamaba para contarme si le había ido bien o mal, y hablábamos un rato. Pero ahora… —Sacudió la cabeza—. Solo me envía un mensaje para decirme que está bien. Entre tanto, yo
no puedo hacer otra cosa que sentarme aquí y esperar el mensaje, mientras el tiempo pasa muy despacio. Diría que no he pegado ojo en toda la semana, pero, incluso cuando recibo noticias suyas, sé que tampoco lograré dormir. Porque por más que él diga que está bien, ha hecho un sobreesfuerzo que seguro que le
dañará más el cerebro.
Jimin rascó la superficie de la mesa con la uña.
—Me contó que tras el accidente estuvo en la UCI.
—Estaba clínicamente muerto cuando llegó al hospital —puntualizó Linda, removiendo poco a poco la leche que se calentaba en el fuego—. Incluso después de que lograran reanimarlo, nadie pensó que sobreviviría. Tenía la parte posterior del cráneo totalmente… destrozada. En esos momentos, yo no lo sabía; no me
enteré hasta el día siguiente, y cuando me permitieron entrar a verlo, ni siquiera lo reconocí. Tenía la nariz y la mandíbula rotas, y la cavidad del ojo hundida…
Su cara estaba hinchada y… destrozada.
Linda tomó aliento antes de seguir.
—No podían hacer nada por culpa de la otra lesión. Llevaba la cabeza vendada e inmovilizada para que no pudiera moverse ni un milímetro.
Linda volvió a hacer una pausa mientras servía la leche caliente en dos tazones y luego añadía una cucharada de chocolate en polvo.
—No abrió los ojos hasta casi después de una semana, y, a los pocos días, tuvieron que volverlo a operar de urgencia. Al final pasó prácticamente un mes en la UCI.
Jimin aceptó el tazón y tomó un sorbito.
—Me dijo que le habían puesto una placa.
—Así es, una pequeña placa. Pero el médico dijo que es posible que los huesos de su cráneo no vuelvan a soldarse porque no pudieron reconstruirlos por completo. Explicó que su cráneo es como una frágil vidriera en la que todo se mantiene unido por un pelo. Estoy segura de que está mejor que el verano
pasado, y él siempre ha sido un jinete fuerte, pero…
Linda se detuvo y sacudió la cabeza, casi incapaz de expresarse.
—Después de abandonar la UCI, cuando consideraron que podría soportar el viaje, lo llevaron al Hospital Universitario de Duke. Por entonces, yo creía que lo peor ya había pasado, porque sabía que él sobreviviría, quizás incluso llegaría a recuperarse por completo. —Linda suspiró—. Y entonces empezaron a llegar las
facturas. Quería que pasara tres meses más en el hospital, solo para confirmar su absoluta recuperación y llevar a cabo la cirugía reconstructiva de su cara. Además, necesitaba muchas horas de rehabilitación…
—Me habló del rancho —intervino Jimin con suavidad.
—Lo sé —dijo ella—, es su forma de justificar lo que hace.
—Pero no lo justifica.
—No —admitió Linda—. No justifica su actitud.
—¿Crees que está bien?
—No lo sé —contestó Linda al tiempo que propinaba unos golpecitos al móvil
—. Nunca lo sé hasta que me envía un mensaje.
Las siguientes dos horas pasaron como a cámara lenta. Los interminables minutos se dilataban más y más. Linda sirvió dos trozos de tarta, pero ninguna de los dos tenía hambre. La espera se hizo larga. Eterna.
Jimin había pensado que el hecho de estar allí con Linda le ayudaría a reducir la ansiedad, pero, en cambio, había empezado a sentirse peor. Ver el vídeo ya había sido un mal trago, pero escuchar aquellos comentarios acerca de
sus heridas y lesiones le dieron ganas de vomitar.
Jungkook iba a morir.
A Jimin no le quedaba ninguna duda sobre ello. Él caería y el toro volvería a aplastarle la cabeza; o Jungkook conseguiría permanecer sobre el animal los ocho segundos reglamentarios, pero luego aquella bestia iría a por él, cuando estuviera a punto de salir de la arena…
Si seguía compitiendo, no tenía ninguna oportunidad de sobrevivir. Solo era
cuestión de tiempo.

Jimin se quedó perdido en sus pensamientos hasta que, de repente, el móvil de Linda vibró en la mesa.
La madre de Jungkook lo cogió apresuradamente y leyó el mensaje. Sus hombros se relajaron y soltó un largo suspiro. Después de pasarle el teléfono a Jimin, se
cubrió la cara con ambas manos.
Jimin leyó el mensaje: « Estoy bien y de camino a casa» .

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