The show must go on

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Johanne, sentada frente a la mesita de la sala, con una taza de chocolate caliente al lado y aun en pantuflas —pero ya bien armada con un suéter rojo que le llegaba a las costillas de mangas abombadas y unos mallones oscuros—, tecleaba con frenesí en su laptop violeta metálico que tanto le encantaba, regalo de la señora Hudson por supuesto, ya que la anterior la había destruido sin piedad pues fue comprada con su primer sueldo en el trabajo con Samuel... o mejor dicho Sebastian, y no quería nada que tuviera que ver con el o ese trabajo. Llenaba el recuadro de una nueva entrada en su blog, contando alguna de las más recientes hazañas junto a Sherlock, mientras que este, llevaba una taza rellena de te y hojeaba con sutileza un periódico.

Mayo 31
¨La vida continua¨

— ¿Qué escribes? —preguntó el rizado, sin dejar la actividad con su mano.
—Un blog.
— ¿Sobre?
—Nosotros.

Al escribir, Johanne se olvidaba de todo. Sus penas desaparecían y su valor renacía; pero ahí estaba la cuestión. ¿Estaría escribiendo algo perdurable? Incluso en ocasiones tenía el loco sueño de llegar a ser escritora. Sherlock siempre se mofaba de ella por usar mucha fantasía en sus relatos. Confiaba entonces que sí, pues lo empezaba a desear ardientemente, ya que al escribir captaba nuevamente sus pensamientos, ideales y fantasías.

—Querrás decir sobre mí.
— ¿Por qué? —preguntó pero al igual que él, no detuvo su trabajo en la máquina.
—Estas escribiendo mucho.

Y fue ahí donde si dejó de presionar las teclas para mirarle por su ¨graciosa¨ resolución. Aunque la verdad, cualquiera podría pensarlo, pues al escribir en el blog todo lo que Sherlock hacía, se sentía exactamente como una enamorada que no hace más que hablar de su amor. Y además porque cada vez que le acompañaba a un nuevo caso, ahora como colega más que como asistente —porque si, tal como ya él lo había comentad

o, Johanne había recibido un ascenso—, lo hacía con la intención de estar con él. Jo no pudo evitar dibujar una sonrisa, cuando el timbre sonó y Sherlock se puso pies en polvorosa a responder.

—Bien, ¿Qué tenemos? —caminó con avidez hondeando así su bata café que le envolvía.

Watson continuó rodeada de aquellos pensamientos y recordó una noche, donde se dio la oportunidad de preguntarle si sus charlas le molestaban, a lo que el simplemente contestó:

—Me gustan.

Con eso como prueba, su desenvolvimiento continuó en las siguientes semanas y que la viera ya como su igual; algo le decía que la amistad que se estaba desarrollando entre ambos llegaría a ser algo hermoso.

Los días y algunas semanas continuaron pasando, clientes fueron y vinieron, ninguno con la diversión suficiente para interesar a Holmes más que unos cuantos; mientras aquello ocurría, Johanne se acostumbraba al ritmo de trabajo y los intereses del detective consultor, así como sus reacciones. Una tarde de deliciosa lluvia de primavera, la rubia escribía cómodamente en su sillón de nueva cuenta en el blog, cuando Sherlock la interrumpió interceptándola por atrás, cruzando su rostro al lado del de Jo, casi rozándola, lo que hizo que esta se impregnara del delicioso perfume que desprendía su cuello. De lo que no se dio cuenta, fue que él lo había hecho igual, pero no se dio tiempo de atontarse, sobre todo por lo que lo había obligado a acercarse en primer lugar.

— El intérprete geek, ¿Qué es eso? —preguntó, contrariado.
—Es el titulo —volvió a teclear, soltando con una voz tan suave como caricia.
— ¿Para qué necesita un título? —y se marchó con la misma velocidad con la que se pegó a ella, no es que quisiera romper la dimensión de su espacio personal ya interpuesta con anterioridad, solo que a veces se le olvidaba.

SHERLOCK ed IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora