Enigma

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Ya en la cabina de taxi, había algo que Johanne no podía sacar de su cabeza, y sin duda, si no lo resolvía pronto, ni siquiera la dejaría dormir. Así que sin mas preámbulo, preguntó:

—Bien, lo de que fumaba, ¿Cómo lo supiste?
—La evidencia estaba ahí, John, con solo mirarla, pero no observas.
— ¿Observar que?
—El cenicero —y Sherlock se sacó dentro del abrigo uno de ellos, mostrándoselo con plenitud a la otra.
—Es en... —y soltó una risita ante lo inusual de aquello, robándole al otro una risa compartida, leve.

Nunca se percataron de que alguien les tomaba fotografías riendo dentro del taxi, las cuales fueron enviadas inmediatamente a La mujer, quien las miró al instante sentada en la cama de su lujosa habitación, con una sonrisa que no cabina en su rostro; pareciese emocionada.

—Kate —llamó a su ama de llaves, la misma que le servía de chofer y aparentemente en todo—, tendremos visitas, necesito tiempo para estar lista.

Mientras Adler caminaba presurosa al peinador, Kate recogía los tacones de la primera.

— ¿Mucho tiempo?
—Décadas —respondió la jefa, sonriéndole a través del espejo al quitarse los aretes.

Así como la bella mujer se preparaba para su encuentro con el detective consultor, Sherlock hacía lo mismo en el departamento, provocando un relajo en su habitación, lo que llamó la atención de Watson.

— ¿Qué estas haciendo?
—Voy a la guerra, Johanne, necesito una armadura adecuada —tiraba una prenda tras otra, dejando un vistazo a la rubia del momento en que portó un atuendo de bombero, el cual se miraba en el gran espejo de su alcoba, pero no pareciéndole adecuado—. Noup.
—No —se admiraba en el espejo de cuerpo completo Adler, en su propia habitación, ante un vestido precioso de lentejuela negra.
—Funciona para mi —admitió Kate tras ella.
—Todo funciona para ti —le reprochó la otra, nada convencida con su outfit.
— ¿Cuál es el plan entonces? —preguntó Johanne, mirando a través de la ventana de otro taxi, en el cual iban montados para su encuentro con Irene.
—Sabemos su dirección.
— ¿Tocaremos el timbre?
—Exacto —rápidamente gritó al chofer para que se detuviese—. ¡Aquí esta bien!
—Pero ni siquiera te cambiaste la ropa al final.
—Entonces añadiremos algo de color.

Bajaron en el mismo punto, Johanne detrás de este como siempre, le siguió unos cuantos metros. Sherlock se deshizo de su bufanda y giró hacía ella, confundiéndola.

— ¿Llegamos?
—No, es a dos calles, pero aquí esta bien.
— ¿Para que?
—Golpéame en la cara.
— ¿Qué? —aquello descolocó demasiado a la rubia.
— ¿Sombra? —preguntó por su lado Kate, maquillando a su jefa.
—Sangre —contestó Irene, sonriendo juguetonamente.
— ¿Golpearte?
—Si, golpéame en la cara ¿no escuchaste? —rectificó el otro, como si esta fuera sorda.
—Bueno... siempre escucho ¨golpéame¨ cuando hablas, pero es entre líneas —decidió bromear, pero tal parece que el detective no estaba para bromas en ese momento. 
—Por Dios... —y al rizado no le quedó de otra que empujarla con fuerza hacía atrás para provocarla, sorprendiendo demasiado a Johanne.

Watson se puso de pie tan pronto como pudo, y en unos cuantos segundos, la sangre le hirvió por todo el cuerpo, apareciendo de pronto aquella perdida Johanne que tenía muy poca paciencia y era demasiado impulsiva —sobre todo al meterse con ella, así fuera quien fuera y ahora contando con suma confianza al interactuar con el detective—. Así que, lo que pareció un rayo para Sherlock, no fue mas que el puño de Watson que se estampaba en la mejilla de este, tirándolo un poco mas de metro y medio de inmediato.

—Gra- gracias —un poco aturdido por el golpe, con un zumbido en sus oídos, se empezó a poner de pie—, eso fue... —se levantó tanto como pudo, aun sobándose la mejilla acalorada al grado de compararse con el de la fiebre, pero solo en la zona golpeada, palpitándole horriblemente. De pronto se arrepintió de haber buscado aquello, pero se mantuvo lo mas firme que fue capaz, agradecido de que hubiese terminado... pero para nada fue así, pues Jo se le echó encima, tacleándolo, aun hirviendo en la rabieta.
—Bien... creo que ya está bien... John —intentó hablar, mientras luchaba tanto como podía por abrir el espacio entre los brazos de esta y su cuello, quien intentaba desmayarlo; aun encima suyo, a su espalda.
—Recuerda, Sherlock, fui soldado. Maté personas.
— ¡Eras doctora!
— ¡Seguro tuve días malos! 

SHERLOCK ed IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora