Epílogo

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Ha pasado algún tiempo.

A veces no comprende cómo o por qué siente que ha sido en un pestañear. Después de la despedida final pensó que se volvería a hundir, pero no fue así. Claro que le dolía aceptar el hecho de que Adrien se fue y todavía le duele aceptarlo, pero pasar toda su vida imaginando lo que podría haber sido no le ayudaría ni un poco, ni tampoco podría honrar a Adrien por ello.

Se tomó su tiempo. No se exigió demasiado, derrochó sus lágrimas cuando quiso hacerlo, pero tampoco se permitió quedarse en el mismo lugar por mucho tiempo.

No comprendes la ausencia de una persona por su muerte hasta que miras el calendario y le sumas a la cuenta un año más, hasta que miras las fotografías y se convierten en lo único confiable que tienes para recordar su rostro y su buzón de voz para no olvidar cómo se escuchaba.

La muerte nos permite apreciar los momentos en los que vivimos sabiendo que un día quienes amamos pueden irse o incluso podemos hacerlo. Es algo necesario por lo que tenemos que pasar antes de recibir la verdadera vida, pero la vida que tenemos aquí es valiosa.

Caminando por las calles parisinas solía mirar los tejados por los cuales alguna vez se paseó y aunque ya casi olvidaba cómo se sentía aquella libertad, sabía que también podía correr y seguir siendo libre sobre las banquetas.

Deseaba no tener que volver a ser Ladybug, porque eso significaba que alguien más ocuparía el lugar de su compañero, pero sabía que, si tenía que hacerlo, lo haría porque él querría que lo hiciera.

Hubiera querido saber porqué Adrien no le dijo a su padre sobre el paradero de su esposa, pero después pensó que la única persona a la que le había contado era la única que debía saberlo, por suerte, desde aquel día decidió trabajar duro para pagarse una estancia en el Tíbet y ya casi lo conseguía.

Depositó su mirada fija sobre su rostro, su cabello cayendo sobre su frente, el cascabel que decoraba su cuello, realmente hicieron un gran trabajo. Aquella estatua que decoraba el parque representaba toda la valentía, fuerza, confianza e inspiración que él brindó con su vida cada día para París. Le alegraba que supieran quién era y le recordaran por ello.

Apretó su paraguas y permitió que un suspiro saliera de su boca.

"Ha pasado mucho tiempo, Adrien" murmuró con una pequeña sonrisa. "No hay día en el que tu recuerdo no venga a mi mente al menos un par de segundos. He cumplido mi promesa, no te he olvidado y nunca lo haré" continuó. Sentía que las palabras que decía eran más para ella misma que para él y le agradaba pensar que le oía y esperaba en algún lugar del inmenso cielo sobre sí. "Dejé de pensar en el maravilloso profesor que hubieras sido, en las cosas que te hubiera gustado hacer o ver, pienso más en las cosas que sí fuiste, que te gustaba hacer, ver y sentir. En tus amigos, en tu familia. No estás aquí y eso está bien... estoy aquí, estamos aquí y vives en nuestro corazón. Hoy es tu cumpleaños número veintiséis" tragó saliva y relamió sus labios.

Está bien sentirse triste cuando lo recuerdas, pero hay queridas que simplemente no deberías tocar y dejar que el tiempo se encargue. El pasado es como las alas de una mariposa, si las tocas mucho y las rompes, después no podrá volar.

Todos eventualmente pasaremos lista, solo tenemos amigos o amores que van delante. Marinette lo comprendió y no desprestigio la vida de su primer amor. Lo atesoró en su corazón y se permitió seguir avanzando.

"¿Estás bien, cariño?" preguntó el chico al acercarse hasta su lado, colocando un abrigo sobre sus hombros.

Conoció a Luka un año después de que Adrien se fue. Le ayudó a recoger las telas que rodaban por las escaleras luego de que hubiera tropezado.

No me olvides [Marichat-TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora