10. HERIDAS

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Se escuchaba música en la playa, donde la fiesta ya estaba en su mayor apogeo. La arena de la playa y el muelle estaban oscuros y desiertos. Paul se había quedado sobre el muelle admirando las vistas y los puestos ambulantes. Me quité las sandalias y caminé por arena, bajo las tablas del muelle y bordeando las vigas de maderas que lo sostenían. Me paré en la orilla, con el agua hasta los tobillos y suspiré el aroma del mar. La luna, redonda, blanca y grande, se reflejaba en la negrura del agua a lo lejos. El mar estaba en calma y hacía calor.

—Ey, estas aquí—reconocí la voz de Paul, aunque me habló desde las alturas. Estaba sentado sobre las tablas del muelle, con las piernas colgando hacia abajo. Me miraba intensamente cuando yo me giré para mirarle también. Me sonrió y yo le sonreí.

—Sí—le dediqué con una sonrisa.

—Espera voy a bajar—el chico volvió a balancearse—. Solo tardó un segundo.

Pero él se impulsó hacia delante y se lanzó. Apenas tardó un segundo en caer de cuclillas a mi lado, salpicando de agua varios metros. Mi pantalón quedó empapado varios palmos, pero no me importó por que hacía calor.

— ¿Estás bien?—le tendí una mano y él me la aceptó y se puso de pie mientras reía—. ¿Te has hecho daño?

—Estoy bien—se sacudió el agua de las palmas de las manos y me sonrió—. Saltaba desde allí cuando era un niño.

—Bueno, ya no eres un niño—le aseguré justo antes de morderme el labio inferior para contener los nervios y la risa.

— ¿Me estás llamando viejo?—quiso saber en un tono bastante jocoso. Se acercó un poco y se metió una mano en el bolsillo con algo de timidez.

—Por supuesto que no—murmuré—eres muy joven.

—Por supuesto—repitió él mucho más bajito y luego levantó una mano y me soltó el labio de entre mis dientes. Sus dedos sobre mis labios me produjeron unas cosquillas eléctricas que me bajaron por la columna.

— ¿Qué haces?—me temblaba el cuerpo y el corazón me latía con fuerza.

—Sé que hay alguien en tú vida, Alex—me interrumpió—. Y sí te digo la verdad es algo que no me esperaba. Tampoco tengo ningún derecho, pero sí lo de ese tipo es algo reciente. Sí aún no ha calado dentro de ti, a lo mejor yo todavía tengo algo que hacer.

—Pero tú vas a marcharte—le recordé—. Y yo...

—Volveré en las vacaciones, en menos de dos meses, y puedo venir a verte muy a menudo, y tú podrías... no sé—me dijo y yo me quedé alucinando—. Alex, estoy aquí, diciéndote que eres importante para mí y que me gustas.

— ¡Vaya!—murmuré y me giré desconcertado—. Es muy halagador, pero esto es muy confuso. Paul, tú no me conoces. Yo soy alguien complicado.

—Quiero conocerte—me propuso mientras pegaba su cuerpo al mío.

—Paul, yo...

Y él se acercó más, noté su respiración sobre mis labios. Paul pegó su boca a la mía y me besó. Me mordió el labio inferior y yo gemí sin querer, él sonrió, separó mis labios con los suyos y me devoró la boca. Suavemente fue acariciando mi cara con la mano, me la pasó por detrás de la nuca y entrelazó sus dedos contra mi cabello, me atrajo un poco más hacia él y metió la punta de su lengua dentro de mi boca. Fue algo raro, pero me dejé llevar. Paul me saboreó, desplegó su perniciosa lengua por cada rincón de mi boca una y otra vez, alternando la invasión de su lengua con el dulce contoneo de sus labios sobre mis labios...

Luna de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora