PRÓLOGO A LA PRIMERA PARTE

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Jeon Jungkook




Siempre que pienso en mi padre, me lo imagino tumbado en la mesa del quirófano antes de morir. Veo su rostro cubierto de sangre y de cristales, la camisa destrozada, las manos inertes a los costados. La alianza en el dedo anular y el reloj de acero en la muñeca izquierda.

Es perturbador que la primera imagen de él que aparece en mi mente sea completamente falsa e inventada.

Yo era un niño cuando sufrimos el accidente de coche y a mí también me llevaron inconsciente al hospital, junto con mi hermana. Nuestros padres fallecieron casi al instante. No habían podido hacer nada para salvarlos. Ésa es la frase exacta que nos dijeron entonces y que nos repitieron durante mucho tiempo. El coche había volcado y se había deslizado por la carretera durante varios metros. Era un milagro que Jihyo y yo hubiésemos sobrevivido. Sí, sobrevivir fue lo que hicimos durante mucho tiempo, hasta que mi hermana un día se rindió. Yo, por mi parte, me convertí en un monstruo.

Tuve que hacerlo para seguir adelante y sin embargo ahora ya no tiene sentido. Pero ¿cómo puedo cambiar yo si mi pasado sigue siendo el mismo? Podría imaginarme a mi padre sentado tras su escritorio o leyendo frente a la chimenea, o discutiendo con mi madre.

Podría imaginármelo alejándose de nosotros. Pero en cambio me lo imagino cubierto de sangre y a punto de morir encima de una fría mesa de acero.

¿Qué pensó durante esos últimos instantes?

¿Sabía que el accidente había sido provocado?

¿Sabía quién lo había orquestado todo y por qué?

¿Se arrepintió de lo que había hecho?

¿Qué habría sucedido si no hubiese muerto, qué habría sucedido conmigo?

Esta última pregunta es la que de verdad me atormenta.

Aparto las sábanas con cuidado y me siento en la cama. Respiro despacio para obligar a retroceder la ira que me quema por dentro. Es una sensación nueva para mí, o tal vez una que había olvidado y que estoy empezando a recordar: la maldad avanzando por mi interior, susurrándome al oído para que vuelva a ella. Antes todo era más fácil, sabía quién era, qué quería y cómo lo quería. Ahora tengo pesadillas y miedo. No por mí, yo en realidad nunca me he importado demasiado, sino por Jimin. Maldita sea, sin duda era mucho más fácil no sentir nada.

Me levanto y salgo del dormitorio. Todavía es de noche, las luces de la ciudad entran por la ventana del salón y me acerco hacia allí.

Las calles de Londres están igual que siempre, la silueta del puente se halla en el mismo sitio, el río sigue fluyendo. Pero todo es distinto. Apoyo la frente en el cristal y suelto el aliento.

No puedo seguir así.

La imagen de mi padre reaparece en mi mente y aprieto los párpados para ahuyentarla.

Intento razonar. El fin de semana ha sido intenso, llevaba años sin visitar Hartford o el cementerio. Y al lago no había vuelto desde antes del accidente.

Tendría que haber ido antes a la tumba de Jihyo, por mucho que intente escudarme en mi dolor, o en mi complicada agenda, tendría que haber visitado antes la tumba de mi hermana. Está enterrada junto a nuestros padres y siempre me he encargado de que tenga flores.

Rosas como las que teníamos en el jardín de casa cuando éramos pequeños.

Dios, ¿por qué tengo que sentirlo ahora todo de golpe? No voy a poder soportarlo.

Cierro el puño de la mano derecha mientras con la palma de la izquierda toco el cristal. No está frío, a pesar de que fuera es de noche y de que estamos en invierno, o quizá sí lo está y yo no lo siento.

Un día más - |Kookmin| #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora