Capítulo 3

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—¿Se puede saber qué diablos te pasa, Jungkook?

Los gritos de Brian no logran detener mi enfado y sigo peleando con ese cretino de la City que cree que boxear sólo sirve para presumir, aunque su gancho de izquierda me haya acertado en la cara y en las costillas más veces de las que quiero reconocer.

—Si te lesionas la rodilla te puedes quedar cojo para siempre —grita Brian de nuevo.

Yo golpeo al broker. Le sangra la nariz. Bien.

Un golpe más y puedo tumbarlo y ganar el combate.

El sudor me resbala por la frente y me escuece en los ojos, mezclándose con la sangre de la herida de la ceja.

Echo el brazo hacia atrás, listo para soltar el golpe...

Alguien me sujeta desde atrás y me obliga a dar media vuelta.

—¡Basta!

Mis reflejos actúan y mi mano derecha conecta con las costillas de Brian. Él no lo duda y me da un puñetazo que me derrumba.

—Mierda.

—Vamos, levántate Jungkook. —Brian se acerca a mí y me ayuda a levantar del suelo—. Solamente te he hecho perder el equilibrio, en cambio tú... —Se frota el costado con la mano libre.

—No voy a disculparme. No tendrías que haber intervenido.

Me seco el sudor con una toalla y bebo un poco de agua.

—Ibas a matar a ese chico.

—Ese «chico» ha estado a punto de darme una paliza. —Bebo más agua—. Además, tú nunca lo habrías permitido.

—Cierto, pero él iba a ponerte la zancadilla y esa rodilla tuya no puede aguantar más golpes.

—Oh, gracias. Entonces, ¿te has metido porque estabas preocupado por mí? —le pregunto sarcástico.

—No te pongas en plan multimillonario agresivo conmigo, Jungkook. Confiaste en mí para tu recuperación después del accidente y creía que nos teníamos cierto respeto. —Coge su toalla y empieza a alejarse—. O cierta amistad.

Soy un cretino.

—¡Brian! —lo llamo y cuando se vuelve, añado—: Gracias.

—De nada, señor Jeon —se burla—. Te espero en la sala de pesas. No te libras de hacer tus ejercicios de recuperación.

Termino de quitarme las vendas de las manos y bebo un poco más de agua. Me cuelgo del cuello la toalla empapada de sudor y salpicada levemente de sangre, ignorando la punzada de dolor que siento en la rodilla izquierda.

El gimnasio donde trabaja Brian es uno de los más antiguos y reputados de Londres y estoy convencido de que mi duro fisioterapeuta es algo más que un mero empleado, aunque cuando lo investigué antes de contratarlo, sólo logré averiguar unos pocos detalles sobre él.

Pero es el mejor y, además, no se dejó amedrentar por mi reputación ni por mi mal humor. Se lo recomendaron a Jimin en el hospital donde estuve ingresado después del accidente. Fue una buena elección.

Nadar durante años ha mantenido mi cuerpo en forma, pero ahora también me gusta practicar boxeo.

Nadar me hace pensar en correr, en huir. Boxear en cambio es plantar cara, quedarme para luchar.

De camino a la sala de pesas, miro el reloj que cuelga de una de las paredes del pasillo. Iba a comer con Jimin, pero necesito estar solo, quiero echarle un vistazo al expediente de Choi antes de volver a casa.

Un día más - |Kookmin| #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora