Capítulo 4

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«Nosotros».

Mis labios se resisten a apartarse de entre las piernas de Jimin pero me obligo a hacerlo y, apretando los dedos alrededor de su cintura, me pongo en pie.

Lo miro a los ojos, no le oculto nada. Jamás he podido hacerlo.

—Bésame —le pido.

Él abre levemente la boca y su lengua acaricia con suavidad mis labios. Saben a su deseo, al mío, y cuando noto los suyos trémulos y ansiosos, los devoro y no disimulo lo que estoy sintiendo, ni la pasión, ni la confusión, ni el miedo, ni el amor.

Un amor que puede destruirme. Ahora lo sé.

Lo cojo en brazos y lo llevo a nuestro dormitorio.

Jimin todavía lleva puestos la ropa interior y la camisa de seda. No voy a desnudarlo, si toco otra vez su piel, cederé y me perderé dentro de él de inmediato.

Quiero más. Una determinación que llevaba meses sin sentir se ha propagado por mi interior: voy a recuperarnos.

Lograré que Jimin se entregue a mí, no le daré tregua, lo besaré, lo acariciaré, lo poseeré hasta que sepa que su ser empieza y termina conmigo... Y sólo entonces yo también volveré a entregarme a él.

Lo dejo en la cama y, cuando me aparto, me quito el jersey de lana negra. Es la única concesión que me permito, los zapatos y los vaqueros tienen que seguir donde están.

Jimin desliza la mirada por mi torso. Noto cómo me acaricia, se detiene en mis pectorales, en una de las marcas que el mismo me dejó la última vez que nos rendimos el uno al otro, que me poseyó. Sabe que estoy pensando en eso, que estoy recordando el placer que sentimos juntos. Lo sé porque le cambia la respiración y se humedece los labios y sus ojos siguen su camino hacia el que siempre es su objetivo: la cinta que llevo alrededor de la muñeca.

Esta cinta significa que le pertenezco, significa que lo necesito más que vivir, más que a nada, que sin él no puedo existir.

Que puede dominarme, poseerme, quererme, hacerme suyo siempre que quiera. Siempre que yo lo necesito.

Levanto la muñeca y me la acerco a los labios. Beso la cinta con suavidad y Jimin cierra los ojos.

—No —le pido—, deja que los vea.

Los abre y una lágrima resbala por la comisura de uno de ellos.

—Siento lo de esta mañana, Jungkook —susurra—. Creía...

—Lo sé.

Me acerco a él y lo silencio con un dedo en los labios. Su aliento me lo acaricia y se me eriza el vello.

Me aparto despacio y me dirijo al armario, una vez encuentro lo que estaba buscando, vuelvo a la cama.

—Voy a atarte las manos, Jimin.

Él levanta los brazos y los acerca a mí sin preguntarme nada. Sin pedirme nada. Sus ojos no dejan de mirarme, el torso le sube y baja de prisa, respirar le cuesta tanto como a mí. El deseo puede contenerse, el anhelo que nosotros sentimos no.

Le cojo las muñecas, pero no se las ato juntas; es lo que él creía que iba a hacer y durante un instante me imagino haciéndolo.

Otra gota de semen escapa de mi sexo y tengo que apretar los dientes para no correrme.

Le suelto el brazo izquierdo, le ato la muñeca del otro a la mía.

Él observa mis movimientos fascinado. Cojo una de las cintas de raso con las que me ató el primer día que sentí la necesidad de rendirme a sus caricias.

Un día más - |Kookmin| #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora