uno: vamos a mí casa.

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Ahora Stuart si que era el chico nuevo. Se sentía acechado y solo, en la academia el era muy popular por su cabellera azul y su gran atractivo, la popularidad fue buena, pero ahora se sentía feo, asqueroso y horrible. Todo por aquella desgracia. Sin embargo eso no quitaba sentir caminar miradas desde la punta de su cabello azulado hasta sus zapatos limpios. Ya era un fenómeno de feria por ese ojo, ese maldito ojo.
La primera semana fue todo un horror, desde el miedo a que alguno se metiera con él, hasta tener a Murdoc intentando sacarle charla. Aunque eso no estaba tan mal, pero sabía muy bien que era una estrategia. Hablando de Niccals, a Stuart le parecía un tonto, pero con gracia. ¿Es que acaso nadie lo acosaba o qué? Era un gran blanco para ello. Al lunes siguiente escuchó algunos rumores de que su compañero había destrozado a alguien en una fiesta. Eso lo atemorizó, ese moreno era realmente peligroso y por eso nadie lo acosaba... Entonces se tomó una decisión: no meterse jamás con Murdoc bajo ninguna circunstancia, la distancia sería lo mejor.
Por el lado de los estudios, era demasiado fácil para él, todo lo que se daba él ya lo había visto en la academia, entonces sólo tenía que recordar y ya. Por saber tanto algunos ya se sentían algo molestos.

Un moreno insistió con una pregunta desde el primer día "¿qué te pasó en ese ojo?" y siempre fue ignorada esa pregunta en donde rápidamente cambiaba de tema. Aunque le parecía algo molesto a Stuart, sin duda alguna era agradable que alguien le hablara... aunque sea sólo por "la desgracia".

—¡Siempre esquivas mí pregunta! O nunca llegas a contestarla, ¿me puedes decir de una puta vez qué te pasó en ese ojo? —Murdoc se quejaba mientras señalaba a su ojo izquierdo. Stuart rodó su único ojo verde y luego buscó otro tema.

—¿Tienes amigos? —preguntó Pot. Niccals siempre caía en esas preguntas que hacía.

—No. Todos los del instituto realmente son aburridos o unos infelices descerebrados —contestó. Stuart se sintió algo halagado, pero al pensar "todos" entonces él no era su amigo... Tambien era tonto o un infeliz descerebrado.
Otra vez tocó bocina un auto rojo que dentro de el yacía un hombre gordo con traje o, otorgándole su identidad, el padre de Stuart: David Pot.

—Oh... Bueno, Niccals. Me tengo que ir —y ahí cayó en la cuenta que otra vez no le contestó la pregunta.
Entonces lo detuvo agarrándole del brazo.

—Escuchame, niño Pot. Tú y yo nos vamos a tener que conocer. No me agradan los niñitos que me andan guardando secretos y van por ahí siendo misteriosos —sonó tan de amenaza lo que dijo el chico moreno, que Stuart tragó saliva y asintió, Murdoc lo soltó.
Bueno, evitar meterse en problemas con Niccals falló. Todo iba muy bien ¿y si lo golpea? No quería volver a pasar por eso otra vez.

—¿Quién era ese drogadicto? —preguntó David, su hijo lo miró por el rabillo del ojo.

—Nadie. Un fracasado de por ahí —contestó Stuart, su padre no hizo ningún gesto y continúo conduciendo. El silencio terminó luego de unos minutos.

—Espero que estés aprendiendo, Harold. Éste colegio es un castigo para tí. No te pagaremos la mejor universidad del país si te metes en otro problema ¿me oíste? —la voz de David a veces le daba un poco de miedo a Stuart, por suerte él había heredado la voz aguda y molesta de su madre.

—Si, papá —confirmó el menor.

—Que bien. Vas a ser el alumno ejemplar de ese colegio cueste lo que cueste.

El padre de Stuart, el señor gordo de traje o simplemente David, era un hombre bastante serio. Jamás fue el padre amoroso que jugaba con sus hijos. Nunca. Durante la infancia de Harold fue el que venía a poner orden y disiplina a la casa. El pequeño de cabellera castaña no podía caerse o mandarse sus travesuras de la edad que posteriormente sería castigado y, para la muy mala suerte del pequeño, era muy torpe. Aún es torpe, sin embargo controla su torpeza un poco. Obvio que el día de la caída del árbol es innombrable en su presencia, lo vuelve loco de furia saber que su hijo iba a parecer un "drogadicto" o un "punk asqueroso".
Para peor, hasta el día de hoy Stuart jamás tuvo experiencias de "adolescente" como uno normal. Por ejemplo masturbarse o beber algo de alcohol. No, no eran católicos ni cristianos ni tenían creencia alguna en su casa, David consideraba a la religión una "pérdida de tiempo". Pero quería a toda costa que su hijo no se desvíe del estudio.
Esa casa, en opinión de Stuart, era realmente un infierno.

—Tengo que estudiar, lo siento —mintió Harold. Realmente no sabría si se metería en problemas o qué si iba a la casa de ese "drogadicto".

—¿Estudiar? No sabía que eras tan aburrido. Vamos, te invité y tienes que venir —insistió Murdoc. Stuart lo pensó. Sí voy a su casa tal vez no me golpee... O tal vez si me golpeé en su casa, pensaba Pot.

—Lo pensaré. ¿A qué quieres que vaya a tú casa? —cuestionó el peliazul. Su ajeno se detuvo a pensar e hizo una sonrisa macabra.

—A jugar a la Ouija.

eu voy a ir publicando cada 3 o 7 días ¿qué les parece?

delincuentes;; studocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora