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Habían pasado seis días desde la visita de Nincada. Kagome había decidido empezar por la práctica de leer la mente. Estaban todos en el bosque (habían vuelto a emprender el viaje), observando como la chica se concentraba e intentaba adivinar lo que Sango (que se había ofrecido para ser el blanco de prácticas) estaba imaginando. Pero no lo conseguía. Ya hacía días que lo intentaba. Suspiró y se secó el sudor de la frente con la mano.

- Vamos, vuelve a intentarlo!- la alentó Inuyasha, que estaba impaciente por aprender a leer el pensamiento- que si a ti no te sale, a mí tampoco me saldrá!

- Interesado… para ti es muy fácil. Sólo tienes que sentarte y esperar- volvió a cerrar los ojos, cosa que sirvió de señal a Sango para que volviera a imaginarse algo.

Estuvo un minuto quieta, concentrada, cuando de pronto…

- Elefantes rosas! Qué tipo de pensamientos son ésos, Sango?- Inuyasha, con una sonrisa triunfante, miró a la exterminadora. Todos se quedaron asombrados.

- Era eso lo que pensabas, Sango?- le preguntó Miroku con urgencia.

- Sí!-respondió ésta, maravillada.

- Cómo lo has hecho?- le preguntó Kagome al mediodemonio, frustrada.

- No lo sé. Me ha picado por intentarlo y me ha salido al segundo intento.

- Pero por qué a ti te sale si a mí no?

- Igual es que has adquirido el dominio, pero no sabes cómo hacerlo- Inuyasha se giró hacia Sango- vuelve a imaginarte otra cosa, Sango.

La matademonios pensó durante unos segundos, y dijo:

- Ya.

- Vale. Kagome, mira fijamente su frente- le ordenó el híbrido a la chica. Ésta lo hizo- bien, ahora haz como si quisieras trasladar tu mente dentro de la cabeza de Sango.

La zafira obedeció y lo intentó. Tuvo que repetir la operación tres veces, cuando de repente, una imagen de Naraku vestido con una túnica de mujer bailando la conga apareció en su mente. Estalló en risas.

- Muy buena, Sango!- decía mientras se carcajeaba.

- Lo sé!- respondió la matademonios, que también reía.

Inuyasha se concentró unos segundos en la cabeza de la exterminadora para saber de qué se reían. Luego sonrió:

- Reconozco que es ingenioso.

- Ingenioso? Es buenísimo!- exclamó Kagome.

Mientras se reían, Miroku y Shippo les preguntaban impacientes cual era la imagen que les había hecho reír tanto.

- Kagome! Mira tu marca!- exclamó Sango.

Todos fijaron la mirada en la rodilla de la joven: la Marca había perdido un poco de tono rojo.

Pasó casi un mes. La Marca ya casi no se veía. En la clavícula de la zafira, estaba empezando a crecer una mancha de tono violeta que, a menudo que pasaban los días, iba tomando forma de estrella, ya que Kagome estaba a punto de dominar las Cuatro Comunes por completo.

Algo Más Que Una SacerdotisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora