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Incómodo, estaba incómodo y avergonzado desde hace cinco días atrás cuando se despertó en plena mañana abrazando el cuerpo de tae como si de una almohada fuera, susurrando su nombre entre sueños y elogiando lo bien que olía su ropa. 

Desde ese dia no se acerco a el y tampoco es que podía, la universidad seguía a pesar de que el estaba suspendido pero no podía dejar de pensar cuando amaneció con un joven hermoso a su lado, como si hubiera pasado ese mismo dia, todas las mañanas despertaba sonrojado por ese repentino sueño donde repetía una y otra ves esos sentimientos y situaciones, era como estar en una suave y fresca nube donde la más suave pluma tocaba su cintura con lentitud y amabilidad siendo las manos de tae quienes hacían ese acto tan íntimo. 

Ya era en la tarde del viernes y estaba volviendo a su casa luego de unas largas clases de inglés, hoy el profesor le dio un tema nuevo y estaba más que feliz de ponerlo en práctica, salió del tren cuando las puertas se abrieron y se giró un poco solo para ver si no se había olvidado nada. 

Pero si que fue un gran error, las puertas se cerraron frente a él y pudo ver el rostro de hoseok al otro lado de la puerta, con una sonrisa pequeña y despidiéndose de él con amabilidad mientras el tren se iba y jungkook quedaba completamente helado. 

Tenia que ser una broma, un juego de su cerebro. 

Se giró y siguió su camino al hotel pero de nuevo se detuvo cuando sintió alguien tomarle de la mano, haciéndole girar y volver a ver ese rostro ya bastante conocido para él que lo dejaba sin aire y en un estado de shock como si mirara un fantasma.

_¿Hoseok?-pregunte sin siquiera creerme lo que veía. 

_¿Que? no, solo vine a darle su billetera, se acaba de caer-cuando volvió en si vio a otro muchacho completamente diferente a lo que creía entregando su billetera con desdén.

¿Estaba delirando? ¿alucinaba? 

Sabía que cualquiera de los dos factores eran realmente peligrosos y entró en un estado de crisis al punto de sentir como todo su mundo le rodeaba con velocidad hasta que miro justo cruzando la calle, una casa normal, hecha de piedras y cemento con un cartel llamativo al lado de la puerta. 

Psicologo, todos los días desde las dos hasta las nueve de la noche. 

Miro la hora en su celular que marcaban las cinco de la tarde, no lo pensó mucho y entro a la casa, por fuera parecía una casa común y corriente pero dentro pareciera ser una sala de hospital, unas sillas como sala de espera, y luego un pasillo con diferentes puertas y tratamientos. 

Tomó un turno y le pidieron que espere unos minutos para que lo llamen, después de todo, no era un loco, lo mejor que podía hacer era calmar sus repentinas alucinaciones que comenzaban a ser mayores y con más realidad de la normal. 




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