XIII

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A la mañana siguiente decidí acudir nuevamente al servicio de correos, solo que está vez elegí el establecimiento que de encontraba en el centro

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A la mañana siguiente decidí acudir nuevamente al servicio de correos, solo que está vez elegí el establecimiento que de encontraba en el centro. Evitando un posible reencuentro con el tipo despreciable que me había acusado de tener un amigo suicida.

Como si la vida de él hubiera estado perfecta.

Tras aparcar el coche decidí mantenerme unos minutos dentro de él antes de salir e un en busca de esa maldita respuesta que el sujeto ese me había negado. Implorando que estaba vez fuera diferente.

Finalmente decidí hacerlo, no tenía mucho tiempo y en estos momentos no estaba para que mi mente me jugará una mala pasada. Tendría que intentar todo lo que estuviera a mi alcance para lograr lo que quería, las respuestas no siempre caían solas.

— Buenos días. — saludó cortésmente— Ayer llame personalmente a su jefe y le pedí una reunión con él de carácter urgente. Él me dijo que viniera hoy.

Él señor frente al mostrador solo asintió y tras susurrar palabras que no alcance escuchar desapareció por el ancho pasillo. Por un momento se me pasó en la mente que no me creería y que tal llamada hubiera sido invento mío pero no era así, el dueño del lugar era un viejo amigo de la familia.

Permanecí sentado en las sillas que se encontraban cerca del ventanal esperando que por lo menos el sujeto regresará.

— Nataniel Maxwell.

— Edgar Allen. — dije mientras le estrechaba la mano.

— Así que has venido hasta aquí para hablar personalmente conmigo de un asunto de carácter urgente. — mencionó y yo solo asentí — Bien, pasemos a mi despacho. Ahí estaremos más cómodos.

Bien, habíamos progresado por lo menos un poco.

Salvando Un Corazón.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora