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Megan se despertaba un sábado por la mañana, después de la larga noche anterior.

Se sentó en su cama frotando sus ojos y bostezando. Caminó hasta el balcón del apartamento, donde se sentó y miró como el sol lentamente subía.

Su teléfono vibró.


Ellie: Hey

Megan: Holaa

Ellie: Cómo estás?

Megan: Aún con resaca, anoche estaba muy borracha

Ellie: Eh... bueno yo también.

Ellie: Puedo llamarte?

Megan: Claro.


Megan recibió una llamada de Ellie, así que contestó.


-Aló?-

-Hola Meg-

-Hola, que pasó?- dijo la rubia

-Creí que deberíamos hablar de lo que pasó anoche.-

-Hablas bueno, del beso?- 

-Eh si.- dijo Ellie.

-No recuerdo mucho la verdad.-

-Dijiste que esperabas hacer eso desde hace tiempo.- 

-Ellie, ambas estábamos muy borrachas y lo sabes.- dijo Megan.

-Sí pero un beso no es algo menor y menos cuando me dices aquello.- 


Ambas quedaron un momento en silencio.


-Podemos simplemente hacer como que nada pasó?- preguntó Megan, nerviosa.

-Una cosa es que no quieras aceptar que nos besamos y otra cosa es que lo quieras dejar pasar como si nada.- dijo Ellie.

-No es eso. Solo quiero pensarlo en paz y bueno, de momento ignorar aquel... beso.-

-Si es lo que tú quieres...- dijo Ellie.


Se despidieron y cortaron la llamada.


"Soy una completa estúpida." se dijo Megan a sí misma.


Se bañó y se vistió, para luego desayunar rápidamente.

Estaba algo confundida, no sabía por qué había besado a Ellie. O más bien, no quería aceptar que quizás lo de ellas no era una simple amistad.

Se conocían hace tan solo un mes pero aquel beso se sintió más real que cualquiera que había dado. Le había mentido a Ellie, estaba borracha pero recordaba cada segundo de aquel momento.


Salió de su apartamento y comenzó a caminar sin rumbo por la ciudad.

Un montón de calles vacías, otro montón de calles saturadas de vehículos y gente. Restaurantes llenos hasta arriba. Megan miraba a todas aquellas familias, sentadas en un restaurante con sus hijos. No era muy fanática de los niños, pero hoy le llamaba la atención aquellas familias.

Familias de un padre y una madre.

Luego se fijó en un par de personas sentadas al final del restaurante, casi imposible de ver desde afuera. Eran dos chicos, sentados al frente uno del otro. Se fijó debajo de su mesa, estaban tomados de las manos discretamente.

GREEN EYEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora