El deber que viene al proteger el honor. Aunque su pareja destinada no existe ellos son lideres de manadas, honorables y dispuestos a cumplir con su deber ¿Aceptarían solo 90 días para conocer a la persona con la que pasaran el resto de su vida?
Pu...
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"Eros"
Voy a contarte una pequeña historia, aunque tal vez tú no me creas ni una palabra de lo que te diré.
Hay algo que nos prohíben rotundamente a los Dioses que conviven con humanos, y eso es, que no intervengamos con nada de lo que ellos hagan.
Claro que es complicado ignorar sus sentimientos y ver como algún loco desata una catástrofe.
¿Ver morir gente inocente? ¿Ver cómo ellos mismos atacan a sus miembros más indefensos? Es algo difícil de ignorar.
Más aún, cuando viajo entre ellos para cumplir con mi arduo trabajo.
A pesar de eso, procuro seguir las órdenes de mis superiores lo más perfecto que puedo e incluso aunque quiera, nunca ayudo a nadie. Por una razón en particular.
Ayudar a humanos es algo destructivo.
Por consecuencia, el día que uní a esa pareja se sintió como algo incorrecto.
Un chico solitario estaba sentado en la banca de su universidad, siendo rechazado por milésima vez con la misma cara decaída.
Sentir pena por él fue mi primer error, me quedé observando al joven pasar sus manos por su rostro y suspirar antes de llevar una botella de agua a sus labios sacudiendo sus hombros para darse ánimos de simplemente seguir su camino solo, me parecía muy curioso el rumbo de sus pensamientos. Pues aunque él se daba impulso mental para decir que no requería a nadie para triunfar en la vida, su corazón golpeaba como martillo encolerizado para que alguien llegara a repararlo después de tanto daño sufrido.
Di un ligero vistazo a la derecha, más a lo lejos se encontraba ella.
Era sonriente, amable y cariñosa. Su cabello rubio lanzaba destellos dorados cuando estaba contra luz y sus mejillas adquirían un tono muy rosado por correr un par de minutos tras el balón.
Estaba rodeada de amigos que animaban su técnica en el basquetbol mientras ellos gritaban su nombre en las gradas de la cancha.
Totalmente contraria al pobre diablo tristón de la banca, aunque desde donde estaba parado ya podía ver el brillo inexistente de su cuerda. Lo cual anunciaba su inminente fracaso en el amor.
Además de que la cuerda advertía ser corta, tal vez demasiado para mí gusto. Estuve un poco pensativo en sí debía meter mis manos en todo esto o no, un amor fuerte aunque sea corto ¿sería mejor que ninguno?
La conclusión a la que llegue ese día fue que no, el tiempo es un factor clave para un buen compañero de vida. Pero eso no me detuvo de unir la cuerda opaca con la del chico solitario, la cuerda de él era larga y pesada. Tan tosca que me hizo pensar que tal vez contrarrestaría un poco la longitud de la de ella.
Pero no fue así. Aunque eso lo supe después.
Se casaron, eran inmensamente felices cuando lo hicieron y más aún cuando su primer hijo llegó.
