4. Pequeña Becquer

1.4K 131 3
                                    

28 de noviembre

La semana estaba transcurriendo relativamente bien, Apolo estaba molesto y desde el día del desmayo no compartieron la misma cama, cosa que le quito mucho peso de encima a la chica. Mientras tanto cuando recorría los pasillos de la institución, Charlotte le vio e hizo el drama del año, pero conforme fueron transcurriendo los días ella tomó esa actitud juguetona y rara de siempre.
En cambio la profesora seguía igual, no hubo un trato más allá, ella seguía siendo ella, sus clases eran bastante dinámicas y los estudiantes estaban igual o más animados que Artemisa al ver que por fin estaban aprendiendo algo, no había manera que se aburrieran o pensaran otras cosas teniendo clases con Minerva, además de ser buena profesora, su atractivo físico parecía animar a los adultos a empeñarse más. Mientras Artemisa caminaba rumbo a sus clases, un recuerdo llegó a ella, al dia siguiente de su incidente no le tocaba ninguna clase con ella, solo pasaba a recoger a Charlotte para charlar, pero la encontró en los pasillos del colegio, al verla Minerva inmediatamente se acercó solo a preguntarle como estaba, en ningún momento su postura dominante y sería se perdió, a pesar de que siempre trataba de analizar a las personas con ella no podía y le resultaba demasiado extraño.
En las materias tenía una nota sobresaliente de los demás, era una alumna muy aplicada pero con mucho embrollo encima. Algo que nadie sabía era como se sentía por dentro, claro que es bastante sencillo mostrarle a todos una linda sonrisa y ser amable, por que como alguna vez le dijo su abuela "lo Cortés no te quita lo valiente" ¡vaya razón tenia aquella viejecilla!. Cuando se veía al espejo solo podía notar imperfecciones y es que claro, para todos pasaba desapercibida aunque muy en el fondo ella supiera que todos también le ponían atención.
Entraba a su clase con aquella profesora que le ha estado cruzando por la cabeza algunos días. Como habitualmente hacia tomó asiento hasta el puesto de enfrente, el frío en la Ciudad era terrible, tanto que las yemas de sus dedos estaba más blancos que la nieve, Artemisa en el fondo admiraba a Minerva, la veía como un ejemplo a seguir dado que a sus 31 años ella era una profesora ya con experiencia, se mantenía en forma y parecía tener todo bajo control.
Pero para Minerva nada de eso era verdad, ella solo era una mujer solitaria, con una familia algo extravagante, a la cual le costó mucho conseguir lo que tenía, su corazón estaba roto y tenía muchas capas para que nadie entrará, se imponía delante de los estudiantes, sonreía por qué le gustaba verlos sufrir pero también se compadecia de ellos, en especial de aquella chica Artemisa, que cada día que pasaba parecía más delgada y ojerosa. Su día no había iniciado muy bien, discutió con sus padres nuevamente y su gato enfermo, el frío era terrible en esa ciudad en donde apenas habrían más de 6000 habitantes, cada calle se sentía más solitaria que la anterior y cuando se encontraba con bullicio eso la incomodaba, para ser una ciudad solitaria estaba bastante contaminada, cuando llegó a la institución estaba de mal humor, luego entró a su salón y la vio ahí sentada, con su gorro gris y sus vans desgastados, cualquiera que se detuviera a analizarla se daría cuenta que se encontraba fatal. Puso sus cosas en el escritorio y comenzó la clase, de vez en cuando habían murmullos pero cuando miraba al frente todos se callaban, era claro que la veían como una ogra, pero no podía ser débil ante esos adultos con complejo de adolescentes.
Artemisa analizaba todo, ningún detalle se le escapaba y ese día no era la excepción, al ver a su profesora se percató de su notable mal humor, la manera en la que apretaba el bolígrafo, como fruncia el ceño junto con los labios o como asesinaba con la mirada a mas uno de la clase, no le parecía bastante normal pero tampoco algo fuera de lo común. La pelirroja tenía muchas dudas y no referentes a la clase, tenía dudas sobre ella misma, quería tener todo bajo control pero habían cosas que la absorbian, necesitaba un respiro y al ser su día de descanso pasaría a su cafetería favorita a descansar y a ver el paisaje solitario y contaminado de la ciudad. Su clase había terminado, la pelirroja se sentía aliviada y de alguna manera poco notable contenta, mientras que la morena se sentía estresada y cansada gracias a no haber dormido cuidando a su felino.
Artemisa se fue hacia donde Charlotte invitándola por una caliente y rica taza de café, a lo cual ella se negó, decidió que le serviría para hacer análisis sobre toda su vida, apretó las tiras que colgaban de su mochila y camino a paso firme a aquella cafetería, cuando estaba a unos cuantos pasos sonrió por el rico olor a café.
En cuanto entró se sentó en los asientos de hasta el fondo, los cuales eran más solitarios, sacó su libro de Becquer y comenzó a leer un poco aquellas poesías, llegó el mesero y ella contenta pidió su café, pero lo que no esperaba era ver a Minerva entrar con su humor de perros, la pelirroja un poco temerosa se levantó de su lugar y se dirigió a ella a paso lento, la morena no se percató de su presencia hasta que se asustó al oírla hablar.

La Chica De Saturno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora