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Tony Stark miró inexpresivamente las hojas de papel que tenía en las manos. Docenas de hojas, explicando en términos médicos absurdos lo roto que estaba. Había pensado que no podía ser tan malo. Después de todo, había logrado escapar de todo un grupo de terroristas y sobrevivir en el desierto después de un accidente con un traje de metal. Había estado bien. Estaba bien.

Dos costillas rotas, un brazo roto y una pierna que definitivamente tuvo que abstenerse de esforzarse suplicaron estar de acuerdo. Y nada siquiera comenzó a cubrir un corazón severamente dañado y un agujero literal en su pecho. Pero lo que estaba mirando en este momento, que no había visto que viene. Y por razones que todavía no podía explicar, esa hoja en particular, una condición en particular, que cortaba demasiado profundo.

Pero eso estuvo bien, muy bien. Estaba un poco más roto de lo que había pensado.

—Todavía no entiendo por qué solicitaste esas pruebas, en este momento —dijo Rhodey.

Tony no miró hacia arriba.

—Cuando estaba en ese infierno de cueva, había alguien más conmigo. Otro hombre llamado Yinsen. Él me salvó la vida. Sacó la mayor parte de la metralla e hizo todo lo posible para evitar que el resto se clavara en mi corazón. Me ayudó con esa armadura con la que me encontraste y me ayudó a escapar de esos bastardos, distrayéndolos mientras despegaba. Dar su vida por la mía. Él es literalmente la razón por la que estoy aquí hoy, contándoles todo esto.

Tony suspiró, haciendo una mueca cuando su maltratada caja torácica le recordó sus heridas.

—Antes de morir habló de su familia. Y me dijo...me dijo que no desperdiciara mi vida...

De repente se rió amargamente, tirando las sábanas.

—Sabes, por un momento...pensé que esto podría funcionar. Que por una vez las cosas no iban a ser tan horribles como parecía. Que iba a construir algo que importara, un hogar, una familia. Que yo no...no iba a ser como mi padre, ¿sabes? —Otra risa amarga. Tony desvió la mirada. —Bueno, eso es seguro, supongo.

—Tony... —comenzó Rhodey.

Tony no estaba de humor para esto. No quería la compasión de su mejor amigo.

—Estoy bien —espetó, poniéndose de pie rápidamente, conteniendo una mueca de dolor mientras ponía todo su peso sobre su pierna buena y agarraba el elegante bastón. Apartó la mano extendida de Rhodey y fue directo a la puerta.

Habíaotras formas de sentirse útil, de hacer algo valioso. Iba a dejar de destruiry comenzar a construir...un mundo mejor que su hijo nunca vería.

Detrás de la armadura||stonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora