«Esto sólo es el génesis de algo muy grande». Aquellas palabras llevaban repitiéndose varios días en mi cabeza. «Que el cielo no os engañe, es vuestro enemigo.» Analicé mentalmente las frases de esa vieja una y otra vez. Necesitaba encontrar el significado exacto, necesitaba descifrar lo que quiso transmitirnos aquel día, necesitaba respuestas. Esa señora sabía lo que decía y todo el mundo la tomó por loca. Menos yo. Tenía muy claro que debía ir a hablar con ella si quería averiguar lo que estaba ocurriendo con Petricor. El problema es que no la había visto nunca ni sabía su nombre. Uri y yo ya habíamos estado buscando información para ver si la localizábamos porque lo estuve hablando con él, pero no encontramos ningún dato. Es como si esa mujer no existiera, no había ni una foto, nada. Y eso que miramos hasta en las carpetas del almacén del ayuntamiento donde reside la información de cada habitante de Petricor, después de ir preguntando por cada barrio. Todos nos decían lo mismo: que no tenían ni idea de quién era la persona que estábamos buscando. Algunos ni nos abrían la puerta al escuchar la descripción de la mujer. Qué raro, ¿no?
Sólo nos quedaba un último sitio por escudriñar: La Zona Oeste del pueblo. Era una zona inmensa y boscosa, separada del pueblo por el cauce del río Tel, y estaba abandonada y deshabitada. Se podían visualizar varias casas en ruinas cerca del bosque, pero sin residentes. Mucha gente no consideraba esa zona ni parte del pueblo: decían que era peligroso y que quien se adentraba en el bosque o no regresaba jamás, o volvía con alguna maldición o malherido. Se han dado casos de gente que ha vuelto sin brazos o sin piernas. El bosque ha adoptado por estas razones el nombre coloquial de «Bosque de la Muerte», aunque su nombre real es Bosque de Sima. Sonaba escalofriante ir a aquel lugar y más con el temporal que hacía, pero al menos no llovía tan enérgicamente como hace un par de días, cuando volvieron las lluvias. Quizá yo tenía un pequeño problema: que mi sed de conseguir datos sobre lo que me interesa es mayor que el miedo que pueda sentir o lo mucho que tenga que jugármela para conseguirlos. Esto era lo más atrevido que íbamos a hacer nunca para una de nuestras investigaciones. Pero, si os digo la verdad, no me creo el cuento de que ese lugar sea tan peligroso como dicen. Al fin y al cabo solo es un bosque como cualquier otro.
Llevábamos investigando el fin de semana entero, y ese domingo, después de comer fui a casa de Uriel. Les dije a mis padres que iría a estudiar con él para que no se preocupasen. Uri me prestó un chubasquero de su hermana y él se puso el suyo. Nos dispusimos a ir en su pequeño patinete eléctrico para llegar más rápido. Atravesamos el río mediante el puente de hierro que conectaba el pueblo con esa zona. Cuando nos adentramos en ella, pudimos ver que era más montañosa e irregular de lo que ambos esperábamos, así que Uri tuvo que dejar el patinete apoyado en uno de los árboles del lugar. Proseguimos a seguir a pie y conforme íbamos avanzando terreno divisábamos varias casas en ruinas. No sabía que dentro del bosque también había vivido gente.Miré hacia donde se vislumbra el resto del pueblo, que se veía entero al estar en una zona más alta. Hacía mucho viento y el ambiente era mucho más frío que en el centro, donde residíamos. Mis manos y mis pies estaban congelados y en breve dejé de sentirlos. Mi nariz estaba roja y mis mejillas también. Tras estornudar repetidas veces, atiné a sacar un pañuelo del bolsillo de mi pantalón para limpiarme la nariz. Uri seguía andando sin inmutarse; estaba demasiado concentrado en el extraño entorno. Llegamos a una especie de almacén abandonado y entramos dentro, pero no había nada excepto madera vieja y seca tirada por el suelo. Continuamos explorando el terreno y nos topamos con un estrechamiento de dos montículos de piedra escudados por varias ramas de árboles, formando una especie de X. Se asemejaba a una entrada y decidimos atravesarla. Nos introdujimos en un verdadero bosque plagado de pinos inmensos, tan espesos que la lluvia apenas podía traspasar las gigantescas ramas rebosantes. Estaban tan juntos que la luz del día se opacaba. Mi intrépido amigo estaba convencido de que no nos íbamos a perder, llevaba activada la brújula de su dispositivo, pero confieso que estaba nerviosa, temblando como un flan y muerta de frío.
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GÉNESIS © Ya a la venta
Mystery / ThrillerEn una sociedad distópica e inestable, dos adolescentes que pasan su tiempo libre investigando, descubrirán el origen de lo que atormenta el pequeño pueblo en el que viven. Los habitantes de Petricor seguían estancados en viejas leyendas y mitos pa...