CAPÍTULO VII: EXTRAÑAS VIBRACIONES

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—¡Génesis! ¡Espabila! ¡Que hoy sí hay clase! Me ha dicho tu madre que te despierte. Han mandado un mensaje oficial al correo —oigo una dulce y aprisada voz de fondo. De pronto se enciende la luz de mi habitación. Me meto bajo las sábanas en símbolo de desagrado. Unas manos tocan mi espalda suavemente.

—Hmm... ¿abuela?

—¡Ey! ¡Vamos! ¡A levantarse!

—Voy, voy —digo despacio incorporándome de la cama y restregándome los ojos.

—Venga, que al final vas a llegar tarde. Hoy os llevamos y os recogemos el abuelo y yo, ¿te parece bien?

—Claro que sí. Creo que no me recogéis de clase desde que tenía 8 años.

Resulta que mi abuelita había entrado histérica en las habitaciones despertándonos a cada uno. Aunque lo prefería antes que la alarma del reloj. Me preparé a toda prisa y me alisé el pelo —hoy me apetecía, aunque siempre lo llevaba natural—. Desayuné unas tortitas con miel que nos hizo mi abuelo a mí y a mis hermanos —fijo que ya estaba despierto desde las cinco de la mañana— y nos llevaron al instituto y al colegio. Era típico de ellos, cuando venían no tenían nada que hacer porque ya están jubilados y empleaban todo su tiempo en cuidar de nosotros. Esa fría mañana, debíamos estar por debajo de los 0 ºC. El cielo seguía tan espeso por las nubes como lana de oveja, aparte de la niebla que se había formado que no se veía una mierda. Por suerte, había estado sin nevar toda la madrugada. De camino, llegaron varios mensajes de Kali a mi móvil de repente, en los que me informaba de que este año los delegados habían hecho una propuesta de «baile de invierno». Kali siempre estaba al tanto de todas estas cosas. Pero había mensajes más novedosos e importantes que eso. Resulta que ayer mandaron solicitudes a todos los alumnos porque tenemos que hacer una inscripción para un curso de formación de resistencia obligatorio. Cuando bajé del coche encontré a mis amigos esperándome en el vestíbulo del instituto.

—¡Ey, chicos! ¿Habéis visto lo del curso de resistencia obligatorio? —les digo.

—Justo lo estábamos leyendo Uriel y yo ahora mismo —contesta Nefret.

—Yo ni me lo he leído. Me fatigo de sólo pensarlo —se introduce Kali en la conversación.

—Yo lo he leído mientras venía, y la verdad es que se han pasado un poco. —Vuelvo a decir yo.

—Han puesto una hora de gimnasio cada día y una hora intensiva con un profesor de defensa personal tres veces a la semana. ¿Quién cojones ha escrito esta basura? —dice Nefret.

—Nos va a quitar un montón de tiempo de estudio y de ocio. Yo ya estoy en el korfbal, o sea que me lo tendré que dejar —habla Uriel.

—Pf, es verdad, te morirías creo yo —le contesta Kali.

—No, creo que si te apuntas o ya practicas un deporte te convalidan horas —dice Nefret.

—Ah, pues mucho mejor —inquiere Uri.

—Eh, ¿y lo del baile de invierno lo habéis visto? —comenta Kali.

—¿Qué baile? —pregunta Uriel.

—Que los delegados han propuesto hacer una fiesta de invierno aquí en el pabellón del instituto, como hacían nuestros abuelos cuando estudiaban —afirma Kali.

—Supongo que será por La Semana de Homenaje Histórico, que han tenido que proponer algunas actividades de ocio para los alumnos —les digo.

—Seguro que será una mierda, no nos dejarán ni llevar alcohol —proclama Nefret. De pronto, suena el timbre de inicio de clases y nos vamos juntos hacia el pabellón. Uriel me agarra de la camiseta un segundo, y ellos siguen hacia delante.

GÉNESIS © Ya a la ventaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora