Mis ojos se abrieron de golpe en la oscuridad de la habitación. Faltaban diez minutos para que dieran las seis de la mañana. Mi alarma sonaba en una hora, pero ya no tenía más sueño. Por lo tanto, me di una buena ducha ahora que tenía bastante tiempo. Mi pelo crecía a un ritmo acelerado y ya me llegaba casi hasta el ombligo, y en consecuencia se tardaba mucho en secarlo y arreglarlo. Cuando terminé de ducharme, mi madre, que ya estaba despierta, me trenzó el pelo, desayuné un bol de cereales como de costumbre y me vestí con uno de los monos rojos que tenía del instituto, siguiendo la rutina diaria. Pronto se hizo la hora a la que quedaba con Uri para ir juntos a clase, pero miré mi dispositivo varias veces y seguía sin contestar mi mensaje de anoche, solo le había escrito un «¿qué haces?» desinteresado, pero esperaba una contestación. Cansada de su actitud infantiloide, me dispuse a irme sola. Me colgué la mochila a la espalda y salí de casa tras despedirme de mi familia. Para mi sorpresa, Uriel estaba esperándome sentado en la acera, de espaldas a la casa. Hoy tampoco había nubes de importancia en el cielo, y deduje que iba a ser otro día más de rayos solares.
—Hola —al escuchar mi voz Uri se giró.
—Hola —me contesta mientras se levanta del suelo. Yo me coloco a uno de sus costados para emprender la ruta, y tras unos instantes de contacto visual no pude aguantar más las ganas de preguntarle.
—¿Cuándo me vas a explicar lo que te pasa?
—¿A mí? A mí no me pasa nada.
—Ya, claro. Uri que nos conocemos ya tiempo, eh. No te hagas el tonto —me miró y comenzó a dar pasos hacia adelante—. Por lo menos podrías decirme qué te he hecho para que estés así conmigo.
—No me gustó tu actitud en la fiesta. Pero tranquila, que ya no vamos a ir a ninguna más.
—¿Por qué dices eso? ¿Tanto te molestó lo de Pablo? —se para de golpe y resopla.
—A mi me la pela el tío ese, si te quieres ir con él vete, son tus decisiones. Pero estuviste muy borde todo el rato, eso fue lo que me molestó.
—Já, ¿borde yo? ¿Pero tú te viste? Estabas normal hasta que me fui con el zagal ese.
—¡Eso no es así porque quizá esa fue la gota que colmó el vaso!
—¿Y por qué iba a ser la gota que colma el vaso? ¿No dices que te da igual?
—Pues, porque... ¡porque nos dejastes solos un montón de tiempo! Además tampoco me lo esperaba, tú nunca has sido así.
—Vaya, ahora resulta que no me puede gustar nadie, porque claro, como soy Génesis la rara... —dije rodando los ojos.
—¿Pero qué hablas? Mira, yo sólo te dije que si íbamos a la fiesta hicieras un esfuerzo porque quería que estuvieses con nosotros, y te relacionases con otras personas, que siempre estás encerrada en tí misma y en tu zona de confort.
—Pero a mí eso no me hace falta, Uri. ¿Cuándo lo vas a entender?
—¡Es que no lo puedo entender! ¿Vas a estar así toda la vida?
—¡Pues de momento sí! —ya llevábamos rato discutiendo parados en la misma calle.
—¡Pues sinceramente espero que algún día cambies!
—¿Qué? ¿En serio me estás diciendo esto? —inmediatamente se quedó pasmado por lo que le había salido decir—. O sea que piensas igual de mí que Nefret y Kali... y tú diciendo que no. Pues perfecto. Estad tranquilos, porque no os necesito. Sois unos falsos, y yo falsos no quiero en mi vida —se lo dije mirándole a la cara mientras él lo sopesaba en silencio. Pareció arrepentido, pero me hirió. Me sulfuré tanto que aceleré el paso para perderle de vista.
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GÉNESIS © Ya a la venta
Mystery / ThrillerEn una sociedad distópica e inestable, dos adolescentes que pasan su tiempo libre investigando, descubrirán el origen de lo que atormenta el pequeño pueblo en el que viven. Los habitantes de Petricor seguían estancados en viejas leyendas y mitos pa...