CAPÍTULO XVII: FINAL

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El frío de la mañana se me metió en los huesos. Me había destapado sin querer gracias a las mil vueltas que he dado esta noche intentando conciliar el sueño. Me era imposible no pensar en que Nilus iba a borrarnos la memoria. Mis amigos no tienen ni idea de que esto va a pasar, sólo yo. Y hoy era el último día que podía pasar abrazada a todo lo que había vivido estos últimos meses.

Nunca he meditado sobre lo que eso puede suponer para una persona. Será como haber perdido el tiempo durante tres meses, porque no sabré nada de lo que ha pasado, ni tendré ningún recuerdo. Podría dejarme a mí misma una serie de pistas para cuando todo esto haya pasado, pero es volver a arriesgarse.

Era real que Nilus es de los brujos más peligrosos jamás vistos. No creáis que no se me ha pasado por la cabeza irme corriendo con todo lo que sé, pero esto es mucho más complejo que eso. Las personas mayores dicen que por amor se está dispuesto a cualquier cosa, y yo en la vida jamás hubiera aceptado tal perversión moral, excepto por una variante: el amor.

Yo le quería por encima de todo, incluso de mis propios recuerdos.

No le expondré así, aunque suponga renunciar a todo lo vivido estos últimos meses, aunque suponga renunciar a que he conocido a dos brujas de verdad como Titania y Nereida, y que he resuelto el misterio más sorprendente y oculto que podía esconder un pueblo rural tan insignificante como Petricor. Pero lo peor por encima de eso y de lo orgullosa que podía sentirme de mí y de Uriel por haberlo conseguido, era que tampoco me acordaría de que he conocido a un chico llamado Fabián que luego resultó que se llamaba Nilus y que era lo más alejado a una persona normal que podías encontrar, pero a su vez lo más especial que he tenido.

Estaré dispuesta a pagar ese precio si significa que él estará a salvo.

Le miré con dulzura. Su cuerpo parecía descansar plácidamente. Sostuve un lápiz y arranqué una hoja de mi cuaderno de memorias, en la que le dediqué un breve poema a modo de despedida:

«Un rayo de sol radiante‬

‪se posa sobre mi rostro;‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬

‪una cálida caricia‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬

‪que pronto la luna mató‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬

‪en cuanto su brillo reinó ‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬

‪sobre una tenebrosa noche.‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬

‪Una noche que lenta pasa,‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬

‪arañando al alma‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬

‪y al corazón.‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬

‪Algo así sentí yo‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬

‪cuando me dices que te encantaría quedarte,‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬

‪pero que lo mejor para los dos es alejarte».‬‬‬‬‬‬‬‬‬‬

Se me hizo un nudo en la garganta cuando terminé de poner el punto y final, pero no dejé que mis ojos derramasen una sola lágrima. Doblé la nota por la mitad y la metí dentro de su blog de dibujo, para que la leyera cuando yo ya no formase parte de su vida.

Mi estómago llevaba demasiadas horas sin tener algo que digerir, así que aunque no tuviera hambre, bajé de la casa con la intención de encontrar algunos frutos que llevarme a la boca, y necesitaba distraerme y dejar de martirizarme con algo que no era mi decisión y que ya no tenía arreglo. Así pues, avancé bastantes metros hasta unos hermosos arbustos de bayas rojas. Cogí varias y de un momento a otro unos cuantos espíritus mágicos en forma de gota de agua me rodearon. Ya los conocía, pero no sabía si esa acción representaba algo malo, por lo que permanecí inmóvil hasta que la bruja apareció frente a mí.

GÉNESIS © Ya a la ventaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora