Capítulo 2

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No quería que se marchara, no cuando nos estábamos conociendo de otra manera. Tampoco deseaba que regresara a casa de sus padres, su madre siempre la perturbaba y no quería que volviera a sufrir como en la adolescencia. No obstante, no logré convencerla, así que la ayudé a empacar. 

—¿Voy a poder colarme por las noches? —cuestioné al dejar las maletas en la cama de su antigua habitación. Ally soltó una risita y se detuvo frente a mí. La rodeé de inmediato.

—Cuando estén dormidos —contestó y me regresó el abrazo. Se sentía demasiado bien, su cuerpo encajaba en el mío.

Una hora después salí para regresar a mi casa. Me llevé una sorpresa cuando vi el camión de una florería estacionado. Un hombre se acercó diciendo que tenía una entrega para Allison Tanner. Con confusión, firmó los papeles que le tendió. Automáticamente los celos se apoderaron de mí.

Le habían mandado un arreglo floral más grande que yo. La escuché despachar al sujeto y darle propina, cerró la puerta y no se acercó a mí. ¡No se acercó! ¿Por qué demonios no se acercaba y me daba una explicación? Yo no podía dejar de apretar mis puños ni de lamentarme porque no tenía el dinero suficiente para comprarle unas flores de ese tamaño. Agarró la tarjetita y miró lo que decía con seriedad. 

—¿Quién las mandó, luciérnaga? —pregunté con los dientes apretados. Creo que lo sabía, conocía la respuesta antes de que ella lo dijera. Allison suspiró con pesar, tal vez creía que me pondría como loco, y no se equivocaba—. Dímelo.

—Robin —soltó, haciendo que más enojo me invadiera. ¿Por qué demonios le mandaba flores? Los recuerdos de cuando éramos adolescentes se precipitaron en mi mente. El rubio con las manos en las caderas de Allison, el rubio con sus labios en los labios de Allison, el rubio mirándome burlón mientras la besaba. ¡Joder! ¡No! No quería pasar por aquello de nuevo, no lo resistiría, no después de saber cómo era amarla. 

—¡Ese bastardo! —rugí entrando en un trance que me cegó por completo.

Me lancé hacia el arreglo floral y lo destrocé. Aplasté con mis suelas los pétalos y luego sacudí mi cabello con frustración. Decidí mirarla, tenía los labios convertidos en una línea recta y me miraba con incredulidad, como si estuviera decepcionada de mí. Yo no deseaba ver cómo me dejaba, así que pasé por su lado y salí de ahí; comenzaba a ahogarme, llevábamos juntos muy poco y ya lo había estropeado.

—Ni se te ocurra volver con esa actitud, Gerard. —Alzó la voz para que la escuchara. Me marché, estaba demasiado enojado y no quería arruinar más las cosas. Me trepé en la vieja camioneta y giré el volante cuando estuvo encendida. Vagué en mis pensamientos hasta que aparqué frente al parque de nuestras vidas, aquel al que siempre habíamos ido cuando éramos niños.

Ahí habíamos vivido parte de nuestra infancia, jugando en los juegos llenos de barrotes de colores o con alguna pelota, o simplemente sentados para contemplar las nubes. Me dejé caer en la misma banca que frecuentábamos, porque sí, teníamos nuestro asiento favorito. 

Teníamos no más de trece, para entonces Allison ya era una experta en los deportes y los chicos se asombraban al escucharla hablar sobre fútbol o básquetbol, cualquier deporte, en realidad. Yo también la admiraba cuando lo hacía. Recuerdo que llevaba el cabello suelto porque su madre la había obligado, nos sentamos en la banca sin decir nada. Estaba nervioso, así que obtuve un chocolate del bolsillo de mi pantalón para entretenerme con algo. Era su favorito, por lo que le di un poco. Unos chicos la veían desde el otro lado de la acera, no quería que la invitaran a jugar y se dieran cuenta de lo genial que era, entonces tomé su mano y los miré con el ceño fruncido. Ellos se fueron, pero no la solté porque, en realidad, el toque era lo más emocionante que había sentido jamás. 

Nunca había tomado la mano de una chica. La de Ally era pequeña en comparación con la mía. ¿Quién iba a pensar que se sentía de la misma manera?

La amaba, nos amábamos. Nadie iba a meterse entre nosotros, lucharía para que no fuera de ese modo, para que estuviéramos juntos. Me puse de pie, sabiendo a la perfección lo que tenía que hacer. 

Happy Together (Gerard Way)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora