Hay personas ciegas que pueden ver, hay personas que no notan lo hermoso a su alrededor, que solo notan lo destacable, no lo pequeño a la vista.
Hay mucho que aprender del cielo.
Si prestas atención a los pequeños detalles.
La luna, nuestra luna que siempre brilla. Suele ser contemplada por muchos, admirada porque a pesar de estar rodeada de oscuridad brilla cada noche sin falta y llena el cielo nocturno de luz.
Pero yo no pertenezco al grupo de personas que contempla la luna.
Pertenezco al grupo que admira lo pequeño a la vista.
Pocas son las personas que prestan atención a las estrellas más allá de las constelaciones que forman juntas, más allá de los deseos que le piden cuando una fugaz recorre el cielo. Están allí brillando incesantemente, esperando ser notadas, sin darse cuenta que el cielo nocturno es hermoso gracias a ellas, que en realidad la luna no está rodeada de oscuridad porque ellas llenan de luz su alrededor todas las noches, y que tal vez sin ellas, nuestra luna no sería la luna que siempre brilla.
Llevo alrededor de 2 horas tendida de espaldas en el césped del patio central del hospital observando el cielo, pensando en las estrellas y tratando de comprender como algo tan hermoso puede ser tan poco observado y aclamado.
Me gusta venir aquí, las noches estrelladas son hermosas desde este lugar y es la unica parte del hospital que conozco al aire libre, me gusta recostarme en el césped y mirar al cielo sintiendo que puedo volar, que puedo estar con una estrella que me protege de los demonios que me afligen. Vengo aquí cuando se que Galin está tan ocupada que no me molestara, cuando se que mis problemas no opacaran la belleza del las pequeñas esferas calientes brillando a miles de años luz.
Desde que le comente al Doctor Rodriguez mi fascinación por el cielo, me permite venir 3 noches por semana, pero con una condición: que una enfermera y un guardia se planten en la puertas francesas vigilando que no salga.
La brisa sopla y eriza los poros de mi piel, mi cabello se encuentra arremolinado en todo el césped y permito cerrar mis párpados intentando sumergirme en otro mundo en una perspectiva onírica. Siento frío pero no me levanto a buscar un abrigo, la sensación de la brisa chocando con mi piel me hace sentir viva.
-A mí tambien me gusta la vista - musita una voz ronca y profunda desde algún lugar del patio.
Me levanto exaltada y giro sobre mis pies, al hacerlo encuentro los mismos ojos color miel que me han observado los ultimos dias en el comedor, su cabello está hecho un desastre debido a la brisa, tiene los labios de una tonalidad carmin, y su pálida piel contrasta con la oscuridad de la noche.
Me sorprende y me escruta de arriba abajo sin disimulo.
Los cambios en mi respiración se hacen presentes mientras lo veo acercarse a donde estoy, escucho el sonido incesante de mi corazón acelerarse y comienzo a retorcer mis manos intentando disipar los nervios mientras su mirada felina sigue cada uno de mis movimientos.
¡Dios mío pero que hombre!
Cuando está a mi lado alza la vista al cielo y la deja allí un largo rato. Me tomo un momento para detallar su perfil, la nariz perfilada, sus pestañas curvas parecen alas al rededor sus ojos en cada parpadeo, la mandíbula cuadrada que le da un aire incluso más masculino y el labio inferior un poco más regordete que el superior; su cuerpo desprende calor, está envuelto en una camiseta color azul y un pantalón de mezclilla del mismo tono que la camiseta y su aroma a menta y coco embriaga todos mis sentidos causando que solo quiera olisquear todo su cuerpo.
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El laberinto mental de Heather (Subiendo)
Teen FictionParedes blancas, un patio estrellado, y un pasado desconocido. Heather Harrison tiene heridas sin sanar, mente confusa y un alma pidiendo auxilio silenciosamente. Y es que, viviendo en un psiquiátrico, ¿cuantos tormentos no tendrá? Continuamente v...