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Kim Taehyung es un joven con un talento nato y una pasión inquebrantable por la fotografía; las perspectivas, su valor, su historia, los sentimientos que emanaban, todo era realmente fascinante. Para él, cada tiro que lanzaba a través del lente de la cámara era captar de manera inmortalizada un pedazo del mundo exterior que logra darle vida y sentido a su mundo propio.
Sin embargo, lastimosamente esa habilidad y ese talento era desperdiciado ferozmente en una página de una red social cualquiera, en donde el chico subía sus creaciones a un mísero público de cincuenta a sesenta personas; que si bien no era mucho, para el joven fotógrafo era un universo entero.
Claro está que el joven prodigio en el arte y técnica de capturar imágenes podía tratar de ir más allá con su visión, podía intentar conquistar al mundo con su pasión, podía incluso tener el universo en sus manos con su talento, pues todo aquel que ha visto semejante desempeño con la cámara le ha admitido que lo considera un profesional. Pero Taehyung sencillamente no podía dejarse guiar por consejos de unas tantas personas, entre ellas amigos y familiares, los cuales cabía la máxima posibilidad de que estuviesen diciendo eso sólo para darle ánimos. Porque aunque sabía que era bastante bueno para la fotografía, no se consideraba para nada el prodigio que todos decían que era.
Entró a su habitación tras el largo viaje, dejó su mochila tirada sobre su cama y caminó hasta su computadora para encenderla, mientras ésta lo hacía tomó su cámara para revisar las imágenes que había captado de su viaje de fin de semana, las veía simples, sosas, sin nada bueno por dentro, ni por fuera, ni por ningún lado.
Siempre que él tomaba una fotografía, lo hacía desde ángulos diferentes para poder apreciar qué ángulo favorecía realmente el mensaje que quería transmitir, seguidamente comenzaba a revisarlas un por una, analizando incesablemente los detalles que siempre tomaba en cuenta para una grandiosa toma. Las que más le gustaban se quedaban mientras el resto iban al basurero, para finalmente -tras revisar nuevamente las fotografías elegidas- terminarlas odiando.
Suspiró con frustración mientras inclinaba su cabeza hacia atrás y reposaba su espalda en el espaldar de la silla, ¿por qué era así? Él siempre escucha de sus allegados lo excelente fotógrafo que es, lo pasional y delicado que es al momento de darle al botón de su cámara y disparar. Sea en una profesional o en la de su teléfono, el jovencito siempre encuentra la manera de captar el momento exacto de las cosas dándoles así una experiencia sublime. Si bien no era completamente ajeno a su talento y devoción, sí estaba en contra de la creencia popular, él no era un prodigio, mucho menos un profesional, aún le faltaba mucho por aprender y eso se demostraba en su fotografía.
Los errores estaban ahí y él, que conoce del tema lo suficiente, los ve como si de lunares en la cara se tratasen.
Botó aire con notoria frustración, se levantó de su silla para buscar un cable, regresar a su computadora y conectar la cámara a la misma a través del objeto que buscó. Comenzó a bajar las fotografías hasta su pc, con el fin de darle más espacio a la memoria de su cámara y poder elegir qué fotografía subir a su perfil. Si bien, creía o tenía la leve idea de que algo le faltaba a sus fotografías, no podía simplemente odiarlas todas, alguna debía ser moderadamente aceptable ante su crítica.